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Porque Dios había vuelto estériles a todas las mujeres en la casa de Abimelec, a causa de Sara, esposa de Abrahán. (Génesis 20, 18)
Por eso júrame ahora mismo ante Dios que no me harás daño, ni a mí, ni a mis hijos, ni a mis descendientes, sino que usarás conmigo y con esta tierra en la que habitas, la misma bondad que yo he usado contigo.» (Génesis 21, 23)
Cuando la gente de aquel país le preguntaba quién era la mujer que iba con él, les decía: «Es mi hermana». Porque tenía miedo a decir que era su esposa, para que no lo fueran a matar por causa de Rebeca, que era muy bonita. (Génesis 26, 7)
Entonces Abimelec mandó llamar a Isaac y le dijo: «¡No puedes negar que es tu mujer! ¿Por qué has declarado que es tu hermana?» Isaac le contestó: «Es que pensé que por causa de ella me podrían matar.» (Génesis 26, 9)
Esaú le tomó odio a Jacob, a causa de la bendición que le había dado su padre, y se decía: «Se acercan ya los días de luto por mi padre, y entonces mataré a mi hermano Jacob.» (Génesis 27, 41)
Se levantó Jacob muy temprano, tomó la piedra que había usado de cabecera, la puso de pie y derramó aceite sobre ella. (Génesis 28, 18)
ellos serán testigos de que yo no pasaré más allá hacia ti para hacerte daño, ni tú pasarás más acá hacia mí para causarme mal. (Génesis 31, 52)
El sol empezaba a dar fuerte cuando cruzó Penuel, y él iba cojeando a causa de su cadera. (Génesis 32, 32)
Cuando los hijos de Jacob volvieron del campo, se enteraron de lo que había pasado. Estos hombres se enojaron muchísimo porque se había cometido una infamia en Israel; alguien había abusado de la hija de Jacob, cosa que no debe hacerse. (Génesis 34, 7)
Jobab murió y reinó en su lugar Husam, de la tierra de los temanitas. (Génesis 36, 34)
Murió Husam y reinó en su lugar Hadad, hijo de Badad, el cual derrotó a Madián en los campos de Moab. El nombre de su ciudad era Avit. (Génesis 36, 35)
Sus hermanos le dijeron: «¿Eso quiere decir acaso que tú vas a reinar sobre nosotros, o que vas a mandarnos?» Y lo aborrrecieron más aún, a causa de sus sueños y de sus interpretaciones. (Génesis 37, 8)