Encontrados 45 resultados para: orillas
El año treinta, el día quinto del cuarto mes, encontrándome entre los desterrados, a orillas del río Quebar, se abrió el cielo y contemplé visiones divinas. (Ezequiel 1, 1)
la palabra de Yavé fue dirigida al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzi, en el país de los caldeos, a orillas del río Quebar. Yavé puso su mano sobre mí. (Ezequiel 1, 3)
Cuando llegué a Tel Aviv, donde estaban los desterrados a orillas del río Quebar, permanecí siete días como atontado en medio de ellos. (Ezequiel 3, 15)
Me levanto entonces y me dirijo al valle. Veo allí la Gloria de Yavé: estaba allí tal como había visto la Gloria a orillas del río Quebar. Inmediatamente me echo de bruces al suelo. (Ezequiel 3, 23)
"Esto dice Yavé: Ustedes tienen allá a Jerusalén. La puse en medio de las naciones, quedando los países extranjeros en las orillas. (Ezequiel 5, 5)
Haré perecer todos sus rebaños a orillas de las grandes aguas; ya no las removerán ni el pie del hombre ni las pezuñas del ganado. (Ezequiel 32, 13)
Esa visión era semejante a la que había tenido cuando Yavé llegó para destruir la ciudad; también era parecida a la visión que había tenido a orillas del río Quebar; me tiré de bruces al suelo. (Ezequiel 43, 3)
Los pescadores se instalarán en sus orillas desde En-Guedi hasta En-Elayim: allí echarán sus redes. Los pescados serán muy numerosos, de las mismas especies que hay en el Gran Mar. (Ezequiel 47, 10)
El día veinticuatro del primer mes, estando a orillas del río Tigris, (Daniel 10, 4)
Ay de la nación de los quereteos que viven a orillas del mar, pues Yavé ha hablado para condenarlos: «Te haré desaparecer, Canaán, y tú, tierra de los filisteos, quedarás sin población.» (Sofonías 2, 5)
No se quedó en Nazaret, sino que fue a vivir a Cafarnaún, a orillas del lago, en la frontera entre Zabulón y Neftalí. (Evangelio según San Mateo 4, 13)
Mientras Jesús caminaba a orillas del mar de Galilea, vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red al mar. (Evangelio según San Mateo 4, 18)
