Encontrados 322 resultados para: diez tribus

  • Josué, hijo de Nun, siervo de Yavé, murió a la edad de ciento diez años. (Jueces 2, 8)

  • En aquella ocasión derrotaron a Moab: eran unos diez mil hombres, todos fuertes y valientes, y no se salvó ninguno. (Jueces 3, 29)

  • Y mandó llamar a Barac, hijo de Abinoam, que era del pueblo de Cadés de Neftalí, y le dijo: «Esta es una orden de Yavé: Ve a preparar una concentración en el cerro Tabor; tomarás contigo a diez mil hombres de las tribus de Neftalí y de Zabulón, (Jueces 4, 6)

  • Este convocó a los de Zabulón y Neftalí, y diez mil hombres lo siguieron; también Débora subió con él. (Jueces 4, 10)

  • Barac, pues, bajó del cerro Tabor con sus diez mil hombres y Yavé le concedió que derrotara a Sísara con sus carros y todo su ejército. (Jueces 4, 15)

  • Allí se refugió Sísara, y llegó corriendo a la tienda de campaña de Yael, esposa de Heber, el quenita; pues había paz entre las tribus quenitas y los cananeos de Yabín, rey de Jasor. (Jueces 4, 17)

  • Aquella misma noche Yavé dijo a Gedeón: «Lleva contigo a diez servidores de tu padre y un toro de siete años. Derriba el altar de Baal que cuida tu padre y corta el tronco sagrado que está a su lado. (Jueces 6, 25)

  • Gedeón, con ayuda de diez servidores, hizo lo que Yavé le había ordenado. Solamente que lo hizo de noche por temor a su familia y a la gente del pueblo. (Jueces 6, 27)

  • Por eso reúne a tu gente y diles que el que tenga miedo se retire.» Así fue como se retiraron veintidós mil hombres y sólo quedaron diez mil. (Jueces 7, 3)

  • Después de él fue juez en Israel Elón de Zabulón; mandó en Israel diez años. (Jueces 12, 11)

  • Miqueas le dijo: «Quédate en mi casa y serás para mí un padre y un sacerdote; yo te daré diez monedas de plata al año, el vestido y la comida.» Y entró el levita. (Jueces 17, 10)

  • Por aquel tiempo no había rey en Israel y la tribu de Dan buscaba un territorio donde habitar, pues hasta aquel día no le había tocado heredad entre las tribus de Israel. (Jueces 18, 1)


“Caminhe com alegria e com o coração o mais sincero e aberto que puder. E quando não conseguir manter esta santa alegria, ao menos não perca nunca o valor e a confiança em Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina