Encontrados 343 resultados para: cinturón de la verdad
Luego revestirás a Aarón de sus ornamentos, esto es, de la túnica de lino, el manto del Efod, el Efod, y el Pectoral, que ceñirás con el cinturón del Efod. (Exodo 29, 5)
El cinturón con que se ciñe el Efod era de la misma hechura y de los mismos materiales y formaba con él una sola pieza, tal como Yavé se lo había mandado a Moisés. (Exodo 39, 5)
Se hicieron otros dos anillos de oro, que se pusieron en las dos hombreras del Efod abajo, en la parte delantera, cerca de la juntura por encima del cinturón del Efod, (Exodo 39, 20)
y fijaron el Pectoral uniéndolo por sus anillos a los anillos del Efod para sostenerlo encima del cinturón del Efod, con un cordón de púrpura vio leta, para que quedara el Pectoral sobre el cinturón del Efod y no se desprendiera, como Yavé había mandado a Moisés. (Exodo 39, 21)
Puso sobre Aarón la túnica y se la ajustó con el cinturón, luego lo vistió con el manto; le puso encima el «Efod» y se lo ajustó con el cinturón del Efod. (Levítico 8, 7)
Luego mandó que se acercaran los hijos de Aarón, los vistió con las túnicas y se las ajustó con el cinturón; les puso las mitras como Yavé se lo había mandado. (Levítico 8, 13)
En verdad, ¿qué nación hay tan grande, cuyos dioses se acerquen a ella como lo hace para nosotros, siempre que lo invocamos, Yavé, nuestro Dios? (Deuteronomio 4, 7)
infórmate con cuidado, averigua bien la verdad del hecho. Si es cierto el asunto y se comprueba que esta abominación se ha cometido, (Deuteronomio 13, 15)
Pero si es verdad lo que el hombre dice, y no aparecen las pruebas de su virginidad, (Deuteronomio 22, 20)
Llevarás una estaquita al cinturón, con la cual harás un hoyo antes de ponerte en cuclillas, y luego taparás el excremento con la tierra sacada. (Deuteronomio 23, 14)
Ahora bien, si tú obedeces de verdad la voz de Yavé, tu Dios, practicando y guardando todos los mandamientos que te prescribo hoy, Yavé, tu Dios, te levantará por encima de todas las naciones de la tierra. (Deuteronomio 28, 1)
Pero la mujer los había escondido, y respondió: «Es verdad que llegaron a mi casa, pero yo no sabía de dónde eran. (Josué 2, 4)
