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Ellos fueron los que hablaron al Faraón, el rey de Egipto, para hacer salir a los israelitas. Son los mismos Moisés y Aarón. (Exodo 6, 27)
Pero yo endureceré el corazón del Faraón, y así podré multiplicar mis signos y mis prodigios en Egipto. (Exodo 7, 3)
Pero los magos egipcios, valiéndose de sus artes secretas, hicieron lo mismo. Por eso el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor lo había predicho. (Exodo 7, 22)
El Nilo estará atestado de ranas, que subirán e invadirán tu palacio, tu dormitorio y hasta tu mismo lecho; se meterán en las casas de tus servidores y en las de tu pueblo, en tus hornos y utensilios de cocina. (Exodo 7, 28)
El Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: "Rueguen al Señor que aleje las ranas de mí y de mis súbditos, y yo me comprometo a dejar que el pueblo vaya a ofrecer sacrificios al Señor". (Exodo 8, 4)
Pero al mismo tiempo, haré una excepción con la región de Gosen, donde reside mi pueblo. Allí no habrá tábanos, para que sepas que yo, el Señor, estoy en medio de este país. (Exodo 8, 18)
Porque esta vez estoy dispuesto a enviar todas mis plagas contra ti, contra tus servidores y contra todo tu pueblo, para que sepas que no hay nadie como yo en toda la tierra. (Exodo 9, 14)
Pero mañana, a esta misma hora, haré caer sobre Egipto una terrible granizada, como no la hubo desde su fundación hasta el presente. (Exodo 9, 18)
Moisés respondió: "Apenas salga de la ciudad, extenderé mis manos al Señor, y cesarán los truenos y no habrá más granizo, para que sepas que la tierra pertenece al Señor. (Exodo 9, 29)
Pero cuando el Faraón vio que la lluvia, el granizo y los truenos habían cesado, reincidió en su pecado y endureció su corazón, lo mismo que sus servidores. (Exodo 9, 34)
El Señor dijo a Moisés: "Ve a presentarte delante del Faraón, porque yo mismo hice que se obstinaran, él y sus servidores, a fin de realizar estos signos en medio de ellos. (Exodo 10, 1)
"¡Que el Señor esté con ustedes, así como yo los dejo partir con sus familias!", replicó el Faraón. "Sean testigos ustedes mismos de su mala fe. (Exodo 10, 10)
