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Recuerden la Escritura: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni por mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman. (1º Carta a los Corintios 2, 9)
En efecto, en la ley de Moisés está escrito: No pongas bozal al buey que trilla. ¿Creen que Dios se preocupa de los bueyes? (1º Carta a los Corintios 9, 9)
Todos recibieron ese bautismo de la nube y del mar, para que así fueran el pueblo de Moisés; (1º Carta a los Corintios 10, 2)
Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler? (1º Carta a los Corintios 12, 17)
Cuando se dieron leyes grabadas en tablas de piedra, ese ministerio fue rodeado de gloria, a pesar de que no traía más que sentencias de nuerte; eso no obstante, los israelitas no podían fijar su mirada en el rostro de Moisés a causa de su resplandor, aunque era fugaz. (2º Carta a los Corintios 3, 7)
No es como Moisés, que se cubría el rostro con un velo para que los israelitas no vieran el momento en que se apagara su resplandor. (2º Carta a los Corintios 3, 13)
Por más que lean a Moisés, el velo cubre su entendimiento hasta hoy, (2º Carta a los Corintios 3, 15)
Ustedes han oído hablar de mi actuación anterior, cuando pertenecía a la comunidad judía, y saben con qué furor perseguía a la Iglesia de Dios y trataba de arrasarla. (Carta a los Gálatas 1, 13)
Tan sólo habían oído decir de mí: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir.» (Carta a los Gálatas 1, 23)
Entonces, ¿para qué la Ley? Fue añadida con miras a las desobediencias; pero solamente valía hasta que llegara ese descendiente de Abrahán para quien era la promesa, y fueron ángeles los que la concertaron, haciendo de mediador Moisés (Carta a los Gálatas 3, 19)
Intercambien salmos, himnos y cánticos espirituales. Que el Señor pueda oír el canto y la música de sus corazones. (Carta a los Efesios 5, 19)
Solamente procuren que su vida esté a la altura del Evangelio de Cristo. Permanezcan firmes en un mismo espíritu y luchen con un solo corazón por la fe del Evangelio. Ojalá lo pueda comprobar si voy donde ustedes y, si no voy, pueda al menos oírlo. (Carta a los Filipenses 1, 27)