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El hace grandes las victorias de su rey y muestra su amor a su ungido, a David y su linaje para siempre. (II Samuel 22, 51)
Dios concedió a Salomón sabiduría e inteligencia muy grandes y un corazón tan dilatado como la arena de la orilla del mar. (I Reyes 5, 9)
El rey mandó arrancar grandes piedras, piedras selectas, para fundamentar la Casa con piedras de sillería. (I Reyes 5, 31)
El cimiento era de piedras excelentes, grandes piedras, unas de diez codos y otras de ocho; (I Reyes 7, 10)
El rey Salomón hizo doscientos grandes escudos de oro batido, aplicando seiscientos siclos de oro batido en cada escudo, (I Reyes 10, 16)
Ahora bien, el rey de Aram había ordenado a los jefes de los carros: «No ataquéis ni a chicos ni a grandes, sino tan sólo al rey de Israel.» (I Reyes 22, 31)
Estaba el rey hablando con Guejazí, criado del hombre de Dios, y le decía: «Cuéntame todas las grandes cosas que hizo Eliseo.» (II Reyes 8, 4)
He estado contigo donde quiera que has ido, he eliminado a todos tus enemigos de delante de ti y voy a hacerte un nombre grande como el nombre de los grandes de la tierra. (I Crónicas 17, 8)
Oh Yahveh, por amor de tu siervo, y según tu corazón, has hecho todas estas cosas tan grandes, para manifestar todas estas grandezas. (I Crónicas 17, 19)
Y ¿qué otro pueblo hay sobre la tierra como tu pueblo Israel, a quien un dios haya ido a rescatar para hacerle su pueblo, dándole renombre por medio de obras grandes y terribles, arrojando naciones de delante de tu pueblo al que rescataste de Egipto? (I Crónicas 17, 21)
Porque David se decía: «Mi hijo Salomón es todavía joven y débil, y la Casa que ha de edificarse para Yahveh debe ser grandiosa sobre toda ponderación, para tener nombre y gloria en todos los países. Así que le haré yo los preparativos.» Hizo David, en efecto, grandes preparativos antes de su muerte. (I Crónicas 22, 5)
Pero me fue dirigida la palabra de Yahveh, que me dijo: "Tú has derramado mucha sangre y hecho grandes guerras; no podrás edificar tú la Casa a mi nombre, porque has derramado en tierra mucha sangre delante de mí. (I Crónicas 22, 8)
