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Tomó la palabra y dijo a Aryok, oficial del rey: «Por qué ha dado el rey un decreto tan tajante?» Aryok explicó la cosa a Daniel, (Daniel 2, 15)
A ti, Dios de mis padres, doy yo gracias y alabo, porque me has concedido sabiduría y fuerza; y ahora me has dado a conocer lo que te habíamos pedido, la cosa del rey nos has dado a conocer.» (Daniel 2, 23)
Entonces se presentaron al rey y le dijeron acerca de la prohibición real: «¿No has firmado tú una prohibición según la cual todo el que dirigiera, en el término de treinta días, una oración a quienquiera que fuese, dios u hombre, fuera de ti, oh rey, sería arrojado al foso de los leones?» Respondió el rey: «La cosa está decidida, según la ley de los medos y los persas, que es irrevocable.» (Daniel 6, 13)
y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana. (Daniel 13, 27)
Escuchad esto, sacerdotes, estad atentos, casa de Israel, casa real, prestad oído, porque el juicio es cosa vuestra; pero vosotros habéis sido un lazo en Mispá, y una red tendida en el Tabor. (Oseas 5, 1)
Efraím será una desolación el día del castigo; en las tribus de Israel hago saber cosa segura. (Oseas 5, 9)
Cosa horrible he visto en Betel: allí se prostituye Efraím y se contamina Israel. (Oseas 6, 10)
Aunque yo escriba para él las excelencias de mi ley, por cosa extraña se las considera. (Oseas 8, 12)
Yo dije: Escuchad, pues, jefes de Jacob, y dirigentes de la casa de Israel: ¿No es cosa vuestra conocer el derecho, (Miqueas 3, 1)
Lo verá mi enemiga, y se cubrirá de vergüenza, ella que me decía: «¿Dónde está Yahveh tu Dios?» ¡Mis ojos se regodearán en ella cuando sea cosa pisoteada como el fango de las calles! (Miqueas 7, 10)
Porque los terafim predicen falsedad y los adivinos ven mentira, porque sueños de ilusión predicen y con cosa vana quieren consolar, por eso emigran ellos como ovejas, abatidos porque no hay pastor. (Zacarías 10, 2)
Y esta otra cosa hacéis también vosotros: cubrir de lágrimas el altar de Yahveh, de llantos y suspiros, porque él ya no se vuelve hacia la oblación, ni la acepta con gusto de vuestras manos. (Malaquías 2, 13)