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Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación. (I Tesalonicenses 5, 8)
Os exhortamos, asimismo, hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos. (I Tesalonicenses 5, 14)
Os conjuro por el Señor que esta carta sea leída a todos los hermanos. (I Tesalonicenses 5, 27)
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. (I Tesalonicenses 5, 28)
para que así el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. (II Tesalonicenses 1, 12)
Porque el ministerio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, (II Tesalonicenses 2, 7)
para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad. (II Tesalonicenses 2, 12)
Que El, el Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El Señor sea con todos vosotros. (II Tesalonicenses 3, 16)
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. (II Tesalonicenses 3, 18)
Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira al cargo de espíscopo, desea una noble función. (I Timoteo 3, 1)
Es, pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, (I Timoteo 3, 2)
Que no sea neófito, no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo. (I Timoteo 3, 6)
