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doce mil de la tribu de Simeón, doce mil de la tribu de Leví, doce mil de la tribu de Isacar, (Apocalipsis 7, 7)
doce mil de la tribu de Zabulón, doce mil de la tribu de José, doce mil de la tribu de Benjamín. (Apocalipsis 7, 8)
Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: (Apocalipsis 7, 9)
Su ejército constaba de doscientos millones de jinetes: yo pude oír este número. (Apocalipsis 9, 16)
Pero yo encargaré a mis dos testigos que profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos con hábitos de penitencia. (Apocalipsis 11, 3)
Estarán expuestos durante tres días y medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y naciones, y no se permitirá enterrarlos. (Apocalipsis 11, 9)
En ese momento se produjo un violento temblor de tierra que derrumbó la décima parte de la Ciudad, y el terremoto ocasionó la muerte de siete mil personas: los sobrevivientes quedaron atemorizados y alabaron al Dios del cielo. (Apocalipsis 11, 13)
y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días. (Apocalipsis 12, 6)
También le fue permitido combatir contra los santos hasta vencerlos, y se le dio poder sobre toda familia, pueblo, lengua y nación. (Apocalipsis 13, 7)
Después vi al Cordero que estaba de pie sobre el monte Sión, acompañado de ciento cuarenta y cuatro mil elegidos, que tenían escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre. (Apocalipsis 14, 1)
los elegidos cantaban un canto nuevo delante del trono de Dios, y delante de los cuatro Seres Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra. (Apocalipsis 14, 3)
Luego vi a otro Ángel que volaba en lo más alto del cielo, llevando una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo. (Apocalipsis 14, 6)