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Los reyes y los grandes de la tierra, los jefes militares, los ricos y los poderosos, los esclavos y los hombres libres, todos se escondieron en las cavernas y entre las rocas de las montañas, (Apocalipsis 6, 15)
y decían a las montañas y a las rocas: «Caigan sobre nosotros, y ocúltennos de la mirada de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero». (Apocalipsis 6, 16)
Doce mil de la tribu de Judá, doce mil de la tribu de Rubén, doce mil de la tribu de Gad, (Apocalipsis 7, 5)
doce mil de la tribu de Aser, doce mil de la tribu de Neftalí, doce mil de la tribu de Manasés, (Apocalipsis 7, 6)
doce mil de la tribu de Simeón, doce mil de la tribu de Leví, doce mil de la tribu de Isacar, (Apocalipsis 7, 7)
doce mil de la tribu de Zabulón, doce mil de la tribu de José, doce mil de la tribu de Benjamín. (Apocalipsis 7, 8)
Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas; llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente: (Apocalipsis 7, 9)
Cuando el primer Ángel tocó la trompeta, cayó sobre la tierra granizo y fuego mezclado con sangre: la tercera parte de la tierra fue consumida, junto con la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde. (Apocalipsis 8, 7)
Cuando el cuarto Ángel tocó la trompeta, se oscureció la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas. El día perdió la tercera parte de su luz, y lo mismo sucedió con la noche. (Apocalipsis 8, 12)
Se les permitió, no que los mataran, sino que los atormentaran durante cinco meses, con un dolor parecido al que produce la picadura del escorpión. (Apocalipsis 9, 5)
La primera calamidad ha pasado, pero sepan que todavía faltan dos más. (Apocalipsis 9, 12)
Y fueron soltados los cuatro Ángeles que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año en que debían exterminar a una tercera parte de los hombres. (Apocalipsis 9, 15)