Fondare 43 Risultati per: llorar
En ese momento, Saúl volvía del campo detrás de sus bueyes, y preguntó: "¿Qué le pasa al pueblo para llorar así?". Entonces le contaron lo que habían dicho los hombres de Iabés. (I Samuel 11, 5)
Entonces prorrumpieron en sollozos, hasta que se quedaron sin fuerzas para llorar. (I Samuel 30, 4)
cuando sepultaron a Abner en Hebrón. El rey prorrumpió en sollozos ante la tumba de Abner, y todo el pueblo se puso a llorar. (II Samuel 3, 32)
Apenas terminó de hablar, entraron los hijos del rey y se pusieron a llorar a gritos. También el rey y todos sus servidores derramaron abundantes lágrimas. (II Samuel 13, 36)
El rey se estremeció, subió a la habitación que estaba arriba de la Puerta y se puso a llorar. Y mientras iba subiendo, decía: "¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ah, si hubiera muerto yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío!". (II Samuel 19, 1)
Al oír estas palabras, me senté a llorar, y estuve de duelo varios días, ayunando y orando ante el Dios del cielo. (Nehemías 1, 4)
Y me puse a llorar. A la caída del sol, cavé una fosa y enterré el cadáver. (Tobías 2, 7)
Aquel día, Sara se entristeció mucho, se puso a llorar y subió a la habitación de su padre, con la intención de ahorcarse. Pero luego pensó: "¿Y si esto da motivo a que insulten a mi padre y le digan: ‘Tú no tenías más que una hija querida, y ella se ha ahorcado por sus desgracias’? No quiero que por culpa mía mi anciano padre baje a la tumba lleno de tristeza. Mejor será que no me ahorque, sino que pida al Señor que me haga morir. Así no oiré más insultos en mi vida". (Tobías 3, 10)
Su madre se puso a llorar y dijo a Tobit: "¿Por qué has hecho partir a mi hijo? ¿Acaso no es el bastón de nuestra mano, el que guía nuestros pasos? (Tobías 5, 18)
Un ángel bueno lo acompañará, él hará un buen viaje y volverá sano". Y ella dejó de llorar. (Tobías 5, 22)
Después le dijo: "¡Bendito seas, hijo mío! Tienes un padre excelente. Es una gran desgracia que un hombre tan justo y generoso se haya quedado ciego". Y echándose al cuello de su hermano Tobías, se puso a llorar. (Tobías 7, 7)
Ella fue a preparar la habitación, como se lo había dicho su esposo, llevó allí a Sara y se puso a llorar. Luego enjugó sus lágrimas y le dijo: "¡Ánimo, hija mía! ¡Que el Señor del cielo cambie tu pena en alegría!". Y salió. (Tobías 7, 16)