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El año seiscientos uno de la vida de Noé, en el primer día del primer mes, las aguas desaparecieron de la tierra. Noé quitó la cubierta del arca y miró fuera, y vio que la superficie de la tierra estaba seca. (Génesis 8, 13)
Todo lo que tiene movimiento y vida les servirá de alimento; se lo entrego lo mismo que hice con las legumbres y las hierbas. (Génesis 9, 3)
me acordaré de mi alianza con ustedes y con toda criatura que tiene vida, y nunca más habrá aguas diluviales para acabar con toda carne. (Génesis 9, 15)
Eber fue padre de dos hijos: uno se llamó Peleg, porque en su tiempo fue dividida la tierra, y su hermano se llamó Joctán. (Génesis 10, 25)
diciendo: «Señor mío, si me haces el favor, te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte. (Génesis 18, 3)
Una vez fuera, le dijeron: «Ponte a salvo. Por tu vida, no mires hacia atrás ni te detengas en parte alguna de esta llanura, sino que huye a la montaña para que no perezcas.» (Génesis 19, 17)
Veo que me has hecho un gran favor y que has sido muy bueno conmigo conservándome la vida. Pero yo no puedo llegar hasta la montaña sin que me alcance el desastre y la muerte. (Génesis 19, 19)
Mira este pueblito que está más cerca y en el que podría refugiarme. Es tan pequeño, y para mí es cosa de vida o muerte, ¿no podría estar a salvo allí?» (Génesis 19, 20)
Cuando Dios destruyó las ciudades de la llanura, se acordó de Abrahán y libró a Lot de la catástrofe, mientras arrasaba las ciudades donde Lot había vivido. (Génesis 19, 29)
Y de inmediato Abrahán se quejó ante Abimelec de que algunos servidores de éste se habían apoderado por la fuerza de un pozo que le pertenecía. (Génesis 21, 25)
Abrahán dijo a su servidor más antiguo, que era su mayordomo: «Pon tu mano bajo mi muslo, (Génesis 24, 2)
El servidor le respondió: «Y si la mujer no quiere venir conmigo a esta tierra, ¿tendré que llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?» (Génesis 24, 5)