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no endurezcan su corazón como ocurrió en el día amargo, el día de la tentación en el desierto, (Carta a los Hebreos 3, 8)
Fíjense en lo que dice la Escritura: Ojalá escuchen hoy la voz del Señor; no endurezcan su corazón, como ocurrió en el día amargo. (Carta a los Hebreos 3, 15)
¿Quiénes son esos que, después de haber oído, amargaron a Dios? Todos los que salieron de Egipto gracias a Moisés. (Carta a los Hebreos 3, 16)
y saborearon la maravillosa palabra de Dios con una experiencia del mundo futuro. (Carta a los Hebreos 6, 5)
Te colmaré de bendiciones y te multiplicaré sin medida. (Carta a los Hebreos 6, 14)
Cuando Moisés terminó de proclamar ante el pueblo todas las ordenanzas de la Ley, tomó sangre de terneros y de chivos, la mezcló con agua, lana roja e hisopo y roció el propio libro del testamento y al pueblo, diciendo: (Carta a los Hebreos 9, 19)
Tratemos de superarnos el uno al otro en la forma de amar y hacer el bien. (Carta a los Hebreos 10, 24)
Por eso de este hombre únicamente, ya casi impotente, nacieron descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo, e innumerables como los granos de arena de las orillas del mar. (Carta a los Hebreos 11, 12)
Pero no, aspiraban a una patria mejor, es decir, a la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ellos ni de llamarse su Dios, pues él les preparó la ciudad. (Carta a los Hebreos 11, 16)
Por la fe atravesaron el mar Rojo como si fuera tierra seca, mientras que los egipcios trataron de pasarlo y se ahogaron. (Carta a los Hebreos 11, 29)
Innumerables son estos testigos, y nos envuelven como una nube. Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera. (Carta a los Hebreos 12, 1)
Cuídense, no sea que alguno de ustedes pierda la gracia de Dios y alguna raíz amarga produzca brotes, perjudicando a muchos. (Carta a los Hebreos 12, 15)