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En esta ciudad fue hallada sangre de profetas y santos, y de todos los que fueron degollados en la tierra.» (Apocalipsis 18, 24)
Y volvieron a clamar: ¡Aleluya! De ella sube humo por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 19, 3)
Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes se postraron adorando a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: Amén, aleluya. (Apocalipsis 19, 4)
Y salió del trono una voz que decía: «Alaben a nuestro Dios, todos sus servidores, todos los que honran a Dios, pequeños y grandes.» (Apocalipsis 19, 5)
la han vestido de lino fino, deslumbrante de blancura -el lino son las buenas acciones de los santos-. (Apocalipsis 19, 8)
Después el ángel me dijo: «Escribe: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero.» Y añadió: «Estas son palabras verdaderas de Dios.» (Apocalipsis 19, 9)
Caí a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: «No lo hagas, yo no soy más que un servidor como tú y como tus hermanos que transmiten las declaraciones de Jesús (son declaraciones de Jesús las que vienen del espíritu de los profetas). Sólo debes adorar a Dios.» (Apocalipsis 19, 10)
Lo siguen los ejércitos del cielo en caballos blancos, vestidos con ropas de lino de radiante blancura. (Apocalipsis 19, 14)
Vi entonces a la bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos, reunidos para combatir contra el que iba montado en el caballo blanco y contra su ejército. (Apocalipsis 19, 19)
Pero la bestia fue capturada y con ella el falso profeta que había realizado maravillas al servicio de la bestia, engañando con ellas a los que habían aceptado la marca de la bestia y a los que adoraban su estatua. Los dos fueron arrojados vivos al lago del fuego que arde con azufre. (Apocalipsis 19, 20)
Todos los demás fueron exterminados por la espada que sale de la boca del que monta el caballo, y todas las aves se hartaron de su carne. (Apocalipsis 19, 21)
Lo arrojó al Abismo, cerró con llave y además puso sellos para que no pueda seducir más a las naciones hasta que pasen los mil años. Después tendrá que ser soltado por poco tiempo. (Apocalipsis 20, 3)