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Entonces Yavé Dios dijo: «Ahora el hombre es como uno de nosotros, pues se ha hecho juez de lo bueno y de lo malo. Que no vaya también a extender su mano y tomar del Arbol de la Vida, pues viviría para siempre.» (Génesis 3, 22)
y dijo Yavé: «Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Si esto va adelante, nada les impedirá desde ahora que consigan todo lo que se propongan. (Génesis 11, 6)
Todos estos se reunieron en el valle de Sidim, que es ahora el Mar Salado. (Génesis 14, 3)
Entonces Yavé le dijo: «Debes saber desde ahora que tus descendientes serán forasteros en una tierra que no es suya. Los esclavizarán y los explotarán durante cuatrocientos años. (Génesis 15, 13)
Tus descendientes de la cuarta generación volverán a esta tierra que no te puedo entregar ahora, pues la maldad de los amorreos todavía no ha merecido que yo se la quite.» (Génesis 15, 16)
Sara se rió, mientras pensaba: «Ahora que soy anciana, ¿haré el amor con mi marido que es tan viejo?» (Génesis 18, 12)
Pero Yavé dijo a Abrahán: «¿Por qué se ha reído Sara? ¿Por qué ha dicho: Cómo voy a tener un hijo ahora que soy vieja? (Génesis 18, 13)
Pero ellos le respondieron: «¡Quítate del medio! ¡Eres un forastero y ya quieres actuar como juez! Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.» Lo empujaron violentamente y se disponían a romper la puerta. (Génesis 19, 9)
Ahora devuelve su mujer a ese hombre, porque es un profeta. El rogará por ti y vivirás. Pero si no se la devuelves, debes saber que morirás sin remedio, tú y todos los tuyos.» (Génesis 20, 7)
Por eso júrame ahora mismo ante Dios que no me harás daño, ni a mí, ni a mis hijos, ni a mis descendientes, sino que usarás conmigo y con esta tierra en la que habitas, la misma bondad que yo he usado contigo.» (Génesis 21, 23)
Abimelec le contestó: «No sé quién haya hecho tal cosa, pero tú no me has dicho nada, y yo me entero de eso sólo ahora.» (Génesis 21, 26)
«No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.» (Génesis 22, 12)