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Baruc, 3

8. Aquí estamos todavía en nuestro destierro, donde tú nos dispersaste, para que fuésemos oprobio, maldición y condenación por todas las iniquidades de nuestros padres que apartaron del Señor Dios nuestro.

Kapcsolódó versek Baruc, 3:

Baruc 3 es un capítulo del Antiguo Testamento que presenta una oración lamentable, en la que el pueblo judío reconoce que han desobedecido a Dios y ahora sufren las consecuencias. Piden la misericordia y el perdón de Dios y se consuelan en su fidelidad. A continuación hay cinco versos de otros libros bíblicos que se relacionan con los temas cubiertos en Baruc 3:

Salmo 79:8: "No recuerdas en contra de nosotros por las iniquidades de nuestros antepasados; ven rápidamente a nuestra compasión, porque somos muy sacrificados". Este versículo reconoce que el pueblo de Dios sufre las consecuencias de los pecados de sus antepasados ​​y pide la compasión de Dios.

Jeremías 3:22: "Regreso, niños rebeldes, sanaré tu rebelión". Este versículo muestra la oferta del perdón y la curación de Dios, incluso para aquellos que se rebelaron contra él.

Isaías 1:18: "Ven entonces, y argumenta, dice el Señor; incluso si tus pecados son como escarlatas, se volverán blancos como la nieve; incluso si son rojos como Carmesim, se volverán como lana". Este versículo muestra la promesa de Dios de perdonar y purificar los pecados de la gente.

Joel 2:13: "Y rasgue tu corazón, y no tus prendas; y convierte al Señor tu Dios; porque él es misericordioso y compasivo, tarde y grande en amabilidad, y se arrepiente del mal". Este versículo muestra la importancia del arrepentimiento sincero y la promesa de la misericordia de Dios.

Nehemías 9:33: "Sin embargo, estás en todo lo que nos ha pasado, porque actuaste con fidelidad, pero pecamos". Este versículo reconoce la justicia de Dios para permitir que la gente sufra las consecuencias de sus pecados, pero también destaca la fidelidad de Dios para cumplir sus promesas.





“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina