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Romanos, 9

25. Esto es lo que dice Dios por medio de Oseas: Al que no era mi pueblo, lo llamaré «Mi pueblo», y a la que no era mi amada la llamaré «Mi amada».

Kapcsolódó versek Romanos, 9:

Romanos 9 discute las elecciones divinas y la soberanía de Dios en la salvación. Pablo habla sobre cómo la elección de Dios no depende del esfuerzo humano o el linaje genealógico, sino que se basa en la misericordia y la voluntad divina. También discute la relación entre judíos y gentiles en la salvación.

Mateo 22:14: "Para muchos se llaman, pero pocos elegidos". Este versículo enfatiza que la elección divina es selectiva, y no todos los llamados son elegidos.

Efesios 1:5: "En el amor nos ha predestinado a sí mismo, a la adopción de niños a través de Jesucristo, según el beneficio de su voluntad". Esto muestra que Dios nos ha elegido para ser sus hijos incluso antes de la creación del mundo, según su voluntad soberana.

1 Pedro 2:9: "Pero tú eres la raza elegida, el sacerdocio real, la nación santa, la gente adquirida, para que puedas anunciar las virtudes de aquel que te llamó desde la oscuridad a su maravillosa luz". Este versículo habla sobre cómo los creyentes son una gente elegida por Dios para proclamar su gloria.

Juan 15:16: "¿No tienes tú que me hayas elegido; por el contrario, te elegí para ti y te designo para soportar y soportar la fruta, y tu fruta permanecerá; mi nombre, él le concederá. " Esto muestra que la elección de aquellos que seguirían a Jesús es hecha por él, no por el hombre.

Hechos 13:48: "Los gentiles, escuchando esto, se regocijaron y glorificaron la Palabra del Señor; y creyeron a todos los que habían sido destinados a la vida eterna". Esto demuestra la idea de que aquellos que creen son aquellos que fueron destinados a la vida eterna por Dios.





“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina