Talált 1130 Eredmények: Hombres

  • pues le has de ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. (Hechos 22, 15)

  • Pero tú no les hagas caso, pues le preparan una celada más de cuarenta hombres de entre ellos, que se han comprometido bajo anatema a no comer ni beber hasta haberle dado muerte; y ahora están preparados, esperando tu asentimiento.» (Hechos 23, 21)

  • Por eso yo también me esfuerzo por tener constantemente una conciencia limpia ante Dios y ante los hombres. (Hechos 24, 16)

  • En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; (Romanos 1, 18)

  • igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. (Romanos 1, 27)

  • en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús. (Romanos 2, 16)

  • El verdadero judío lo es en el interior, y la verdadera circuncisión, la del corazón, según el espíritu y no según la letra. Ese es quien recibe de Dios la gloria y no de los hombres. (Romanos 2, 29)

  • Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron; (Romanos 5, 12)

  • Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida. (Romanos 5, 18)

  • Y ¿qué le responde el oráculo divino? Me he reservado 7.000 hombres que no han doblado la rodilla ante Baal. (Romanos 11, 4)

  • Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia. (Romanos 11, 32)

  • en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; (Romanos 12, 18)


“Queira o dulcíssimo Jesus conservar-nos na Sua graça e dar-nos a felicidade de sermos admitidos, quando Ele quiser, no eterno convívio…” São Padre Pio de Pietrelcina