Talált 390 Eredmények: Cristo resucitado

  • Te saludan Epafras, mi compañero de cautiverio en Cristo Jesús, (Filemon 1, 23)

  • pero Cristo lo fue como hijo, al frente de su propia casa, que somos nosotros, si es que mantenemos la entereza y la gozosa satisfacción de la esperanza. (Hebreos 3, 6)

  • Pues hemos venido a ser partícipes de Cristo, a condición de que mantengamos firme hasta el fin la segura confianza del principio. (Hebreos 3, 14)

  • De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. (Hebreos 5, 5)

  • Por eso, dejando aparte la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; (Hebreos 6, 1)

  • Pero presentóse Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. (Hebreos 9, 11)

  • ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo! (Hebreos 9, 14)

  • Pues no penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro, (Hebreos 9, 24)

  • así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez sin relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación. (Hebreos 9, 28)

  • estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo, porque tenía los ojos puestos en la recompensa. (Hebreos 11, 26)

  • procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les predecía los sufrimientos destinados a Cristo y las glorias que les seguirían. (I Pedro 1, 11)

  • sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, (I Pedro 1, 19)


“Pode-se manter a paz de espírito mesmo no meio das tempestades da vida”. São Padre Pio de Pietrelcina