Talált 269 Eredmények: lavar los pies

  • Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y descansen a la sombra del árbol. (Génesis 18, 4)

  • les dijo: "Les ruego, señores, que vengan a pasar la noche en casa de este servidor. Lávense los pies, y mañana bien temprano podrán seguir viaje". "No, le respondieron ellos, pasaremos la noche en la plaza". (Génesis 19, 2)

  • El hombre entró en la casa. En seguida desensillaron los camellos, les dieron agua y forraje, y trajeron agua para que él y sus acompañantes se lavaran los pies. (Génesis 24, 32)

  • El mayordomo introdujo a los hombres en la casa de José, les trajo agua para que se lavaran los pies y les dio pasto para los animales. (Génesis 43, 24)

  • Cuando Jacob terminó de dar esta orden a sus hijos, recogió sus pies en el lecho, expiró y fue a reunirse con los suyos. (Génesis 49, 33)

  • Pero Sipora tomó un cuchillo de piedra, cortó el prepucio de su hijo, y con él tocó los pies de Moisés diciendo: "Tú eres para mi un esposo de sangre". (Exodo 4, 25)

  • y ellos vieron al Dios de Israel. A sus pies había algo así como una plataforma de lapislázuli, resplandeciente como el mismo cielo. (Exodo 24, 10)

  • para que en ella se laven los pies Aarón y sus hijos. (Exodo 30, 19)

  • Se lavarán las manos y los pies, para no morir. Este es un decreto irrevocable para Aarón y sus descendientes, a través de las generaciones. (Exodo 30, 21)

  • Moisés, Aarón y sus hijos se lavaron en ella las manos y los pies, (Exodo 40, 31)

  • Todo cuanto toque la carne de la víctima quedará santificado; y si la sangre salpica alguna vestidura, tendrás que lavar en el recinto sagrado la parte salpicada. (Levítico 6, 20)

  • Después de lavar con agua las entrañas y las patas, Moisés hizo que todo el carnero ardiera sobre el altar, como un holocausto de aroma agradable: era una ofrenda que se quema para el Señor, según la orden que el Señor le había dado. (Levítico 8, 21)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina