Talált 60 Eredmények: historia de Abner

  • Pero Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, había tomado a Isbaal, hijo de Saúl, y lo había hecho cruzar a Majanaim, (II Samuel 2, 8)

  • Abner, hijo de Ner, y los servidores de Isbaal, hijo de Saúl, salieron de Majanaim en dirección a Gabaón. (II Samuel 2, 12)

  • Abner propuso entonces a Joab: "Que salgan unos cuantos muchachos y midan sus armas delante de nosotros". "Muy bien", replicó Joab. (II Samuel 2, 14)

  • se lanzó en persecución de Abner, sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. (II Samuel 2, 19)

  • Abner se dio vuelta y dijo: "¿Eres tú, Asael?". "Sí, soy yo", respondió él. (II Samuel 2, 20)

  • Abner siguió diciendo: "Desvíate a la derecha o a la izquierda, agarra a uno de los muchachos y quédate con sus despojos". Pero él no quiso dejar de perseguirlo. (II Samuel 2, 21)

  • Abner le insistió, diciendo: "¡Deja de seguirme! ¿O tendré que dejarte tendido de un golpe? ¿Y cómo podría luego mirar de frente a tu hermano Joab?". (II Samuel 2, 22)

  • Pero Asael no quiso apartarse, y Abner lo hirió en el bajo vientre con la punta trasera de su lanza. Esta le salió por detrás, y él cayó muerto allí mismo. Todos los que llegaban al sitio donde Asael había caído muerto, se paraban. (II Samuel 2, 23)

  • Joab y Abisai persiguieron a Abner. Y al ponerse el sol, llegaron a la colina de Ammá, que está al este de Guíaj, sobre el camino del páramo de Gabaón. (II Samuel 2, 24)

  • Los benjaminitas se concentraron detrás de Abner, formando un grupo bien compacto, y se apostaron en la cima de una colina. (II Samuel 2, 25)

  • Entonces Abner gritó a Joab: "¿Terminará alguna vez esta masacre? ¿No te das cuenta que al fin no habrá más que amargura? ¿Qué esperas para decirle a tu gente que deje de perseguir a sus hermanos?". (II Samuel 2, 26)

  • Abner y sus hombres caminaron toda aquella noche por la Arabá y cruzaron el Jordán. Luego recorrieron todo el Bitrón y llegaron a Majanaim. (II Samuel 2, 29)


“Deve-se caminhar em nuvens cada vez que se termina uma confissão!” São Padre Pio de Pietrelcina