Talált 299 Eredmények: hija

  • Sí, oigo gritos como los de una parturienta, gemidos como los de una primeriza: es la voz de la hija de Sión que pierde el aliento, que extiende las manos: "¡Ay, pobre de mí, estoy exhausta frente a los asesinos!". (Jeremías 4, 31)

  • Yo destruyo a la hija de Sión, a la hermosa, la refinada. (Jeremías 6, 2)

  • Empuñan el arco y la jabalina, son crueles y despiadados, su voz resuena como el mar, van montados a caballo, dispuestos como un solo hombre para la batalla contra ti, hija de Sión. (Jeremías 6, 23)

  • ¡Cíñete un cilicio, hija de mi pueblo, y revuélcate en la ceniza, llora como por un hijo único, entona un lamento lleno de amargura! Porque en un instante llega sobre nosotros el devastador. (Jeremías 6, 26)

  • Ellos curan a la ligera el quebranto de la hija de mi pueblo, diciendo: "¡Paz, paz!", pero no hay paz. (Jeremías 8, 11)

  • El grito de alarma de la hija de mi pueblo se eleva a lo largo de todo el país: "¿No está el Señor en Sión, no está en ella su Rey?". ¿Por qué me han indignado con sus ídolos, con las Vanidades del extranjero? (Jeremías 8, 19)

  • Estoy abrumado por el desastre de la hija de mi pueblo, estoy ensombrecido, la consternación se apoderó de mí. (Jeremías 8, 21)

  • ¿No hay más bálsamo en Galaad? ¿No hay allí ningún médico? ¿Por qué entonces no cicatriza la llaga de la hija de mi pueblo? (Jeremías 8, 22)

  • ¡Ojalá mi cabeza se convirtiera en llanto y mis ojos en fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por las víctimas de la hija de mi pueblo! (Jeremías 8, 23)

  • Tú les dirás esta palabra: Que mis ojos se deshagan en lágrimas, día y noche, sin cesar, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido un gran quebranto, una llaga incurable. (Jeremías 14, 17)

  • ¿Hasta cuándo irás de aquí para allá, hija apóstata? Porque el Señor crea algo nuevo en el país: la mujer rodea al varón. (Jeremías 31, 22)

  • ¡Sube a Galaad, recoge bálsamo, virgen, hija de Egipto! En vano multiplicas los remedios, tu llaga no cicatriza. (Jeremías 46, 11)


“De todos os que vierem pedir meu auxílio, nunca perderei nenhum!” São Padre Pio de Pietrelcina