Talált 173 Eredmények: demás

  • ¿Tu locuacidad hará callar a los demás y te burlarás sin que nadie te confunda? (Job 11, 3)

  • invoca a Dios, que se le muestra propicio, contempla su rostro con gritos de alegría, anuncia a los demás su salvación, (Job 33, 26)

  • no comparten las penas de los hombres ni son golpeados como los demás. (Salmos 73, 5)

  • Así formaron una fuerza armada que comenzó a descargar su ira contra los pecadores y su furor contra los impíos. Los demás tuvieron que salvarse, huyendo a las naciones extranjeras. (I Macabeos 2, 44)

  • Al enterarse de esto, Judas salió a su encuentro, lo derrotó y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a al fuga. (I Macabeos 3, 11)

  • Después los persiguieron por la pendiente de Betjorón hasta la llanura: allí murieron unos ochocientos hombres, y los demás huyeron al país de los filisteos. (I Macabeos 3, 24)

  • y los que habían quedado rezagados cayeron al filo de la espada. Los demás fueron perseguidos hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Iamnia. Los que murieron fueron alrededor de tres mil hombres. (I Macabeos 4, 15)

  • también había prisioneros en las demás ciudades de Galaad, y sus enemigos tomaban posiciones para atacar las fortalezas al día siguiente, a fin de apoderarse de ellos y exterminarlos a todos de una sola vez. (I Macabeos 5, 27)

  • Partiendo de allí, se apoderó de Casfó, Maqued, Bosor y de las demás ciudades de Galaad. (I Macabeos 5, 36)

  • Mientras tanto, Eleazar, llamado Avarán, vio a un elefante pertrechado con una cota real, que sobresalía entre todos los demás, y pensó que en él iba el rey. (I Macabeos 6, 43)

  • Así no quedaron en el Santuario más que unos pocos hombres, porque se hacía sentir el hambre. Los demás se dispersaron, cada uno por su lado. (I Macabeos 6, 54)

  • Allí cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor, y los demás huyeron a la Ciudad de David. (I Macabeos 7, 32)


“As almas não são oferecidas como dom; compram-se. Vós ignorais quanto custaram a Jesus. É sempre com a mesma moeda que é preciso pagá-las”. São Padre Pio de Pietrelcina