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Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio. (Filipenses 3, 21)
Y a ti, mi fiel compañero, te pido que las ayudes, porque ellas lucharon conmigo en la predicación del Evangelio, junto con Clemente y mis demás colaboradores, cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida. (Filipenses 4, 3)
Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener de sobra como a no tener nada. (Filipenses 4, 12)
al ser instruidos por Epafras, nuestro querido compañero en el servicio de Dios. Él es para ustedes un fiel ministro de Cristo, (Colosenses 1, 7)
Así podrán comportarse de una manera digna del Señor, agradándolo en todo, fructificando en toda clase de obras buenas y progresando en el conocimiento de Dios. (Colosenses 1, 10)
En lo que a mí se refiere, nuestro querido hermano Tíquico, mi fiel ayudante y compañero en el servicio del Señor, los informará de todo. (Colosenses 4, 7)
Aristarco, mi compañero de prisión, los saluda; lo mismo que Marcos, el primo de Bernabé, acerca del cual ya recibieron instrucciones: si él va a verlos, recíbanlo bien. (Colosenses 4, 10)
En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. (I Tesalonicenses 1, 8)
Ustedes saben -y Dios es testigo de ello- que nunca hemos tenido palabras de adulación, ni hemos buscado pretexto para ganar dinero. (I Tesalonicenses 2, 5)
de manera que nadie se deje perturbar por estas tribulaciones. Ustedes saben que estamos para eso. (I Tesalonicenses 3, 3)
Cuando todavía estábamos con ustedes les advertimos que íbamos a tener dificultades, y así sucedió, como ustedes pudieron comprobarlo. (I Tesalonicenses 3, 4)
Por lo demás, hermanos, les rogamos y les exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos todavía. (I Tesalonicenses 4, 1)