Talált 30 Eredmények: Lee
La tendrá a su lado y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a temer al Señor, su Dios, observando todas las palabras de esta Ley y poniendo en práctica estos preceptos. (Deuteronomio 17, 19)
cuando todo Israel se presente delante del Señor en el lugar que él haya elegido, leerás en voz alta esta Ley, en presencia de todo Israel. (Deuteronomio 31, 11)
Josué no dejó de leer ni una sola de las palabras que había ordenado Moisés, y lo hizo en presencia de toda la asamblea de Israel, incluidas las mujeres, los niños y los extranjeros que estaban con ellos. (Josué 8, 35)
Porque así como beber solamente vino o solamente agua es perjudicial y, en cambio, el vino mezclado con agua es agradable y produce un placer especial, de la misma manera la disposición armoniosa del relato agrada a los oídos de los que leen la obra. Y con esto, llegamos al fin. (II Macabeos 15, 39)
No te pelees con un hombre iracundo, ni atravieses el desierto con él, porque la sangre no vale nada a sus ojos y cuando estés indefenso, te derribará. (Eclesiástico 8, 16)
y toda visión es para ustedes como las palabras de un libro sellado. Se lo dan a uno que sabe leer, diciéndole: "Lee esto". Pero él responde: "No puedo, porque el libro está sellado". (Isaías 29, 11)
Le dan el libro a uno que no sabe leer, diciéndole: "Lee esto". Y él responde: "No sé leer". (Isaías 29, 12)
El que es demasiado pobre para hacer esa ofrenda elige una madera que no se pudra y se busca un hábil artesano para erigir un ídolo que no se tambalee. (Isaías 40, 20)
El artesano anima al orfebre; el que forja a martillo, al que golpea el yunque, diciendo de la soldadura: "¡Está bien!". Luego se sujeta al ídolo con clavos, para que no se tambalee. (Isaías 41, 7)
se la embellece con plata y oro, se la asegura con clavos y martillos, para que no se tambalee. (Jeremías 10, 4)
Por eso irás tú, y leerás las palabras del Señor en el rollo que has escrito bajo mi dictado. Lo harás a oídos del pueblo, en la Casa del Señor, en el día del ayuno; y que lo oigan también todos los hombres de Judá que vengan de sus ciudades. (Jeremías 36, 6)
Ellos le dijeron: "Siéntate y léelo delante de nosotros". Baruc lo leyó delante de ellos. (Jeremías 36, 15)