Talált 375 Eredmények: Jacob
Pero la parte del Señor es su pueblo, la porción de su herencia es Jacob. (Deuteronomio 32, 9)
Moisés nos prescribió una Ley, que es la posesión de la asamblea de Jacob. (Deuteronomio 33, 4)
Ellos enseñan tus normas a Jacob y tu Ley a Israel; hacen subir hasta ti el incienso y ofrecen el holocausto en tu altar. (Deuteronomio 33, 10)
Así Israel habita seguro, la fuente de Jacob, en un lugar apartado, en una tierra de trigo y de vino, cuyo cielo destila rocío. (Deuteronomio 33, 28)
Y el Señor le dijo: "Esta es la tierra que prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, cuando les dije: ‘Yo se la daré a tus descendientes’. Te he dejado verla con tus propios ojos, pero tú no entrarás en ella". (Deuteronomio 34, 4)
A Isaac lo hice padre de Jacob y de Esaú. A Esaú le di en posesión la montaña de Seir, mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto. (Josué 24, 4)
Los huesos de José, que los israelitas trasladaron desde Egipto, fueron enterrados en Siquém, en la parcela de campo que Jacob había comprado a los hijos de Jamor, padre de Siquém, por cien monedas de plata, y que había pasado a ser propiedad de los hijos de José. (Josué 24, 32)
Después que Jacob llegó a Egipto, los egipcios los avasallaron, y los padres de ustedes clamaron al Señor. El Señor envió entonces a Moisés y a Aarón, que hicieron salir a sus padres de Egipto y los establecieron en este lugar. (I Samuel 12, 8)
Estas son las últimas palabras de David: Oráculo de David, hijo de Jesé, oráculo del hombre elevado a lo alto, el ungido del Dios de Jacob y el cantor de los himnos de Israel. (II Samuel 23, 1)
ha hablado el Dios de Jacob, la Roca de Israel me ha dicho: El que gobierna a los hombres con justicia, el que gobierna con temor de Dios (II Samuel 23, 3)
tomó doce piedras, conforme al número de los hijos de Jacob, a quien el Señor había dirigido su palabra, diciéndole: "Te llamarás Israel", (I Reyes 18, 31)
Pero el Señor se apiadó de los israelitas y les tuvo compasión; se volvió hacia ellos a causa de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob, y no quiso destruirlos: hasta entonces, él no los había arrojado lejos de su presencia. (II Reyes 13, 23)