Talált 913 Eredmények: reconstrucción de Jerusalén
También un cierto número de griegos, de los que adoran a Dios, habían subido a Jerusalén para la fiesta. (Evangelio según San Juan 12, 20)
En una ocasión en que estaba reunido con ellos les dijo que no se alejaran de Jerusalén y que esperaran lo que el Padre había prometido. «Ya les hablé al respecto, les dijo: (Hecho de los Apóstoles 1, 4)
Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra.» (Hecho de los Apóstoles 1, 8)
Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista de la ciudad como media hora de camino. (Hecho de los Apóstoles 1, 12)
Este hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, que llamaron a aquel campo, en su lengua, Hakeldamá, que significa: Campo de Sangre -. (Hecho de los Apóstoles 1, 19)
Estaban de paso en Jerusalén judíos piadosos, llegados de todas las naciones que hay bajo el cielo. (Hecho de los Apóstoles 2, 5)
Entonces Pedro, con los Once a su lado, se puso de pie, alzó la voz y se dirigió a ellos diciendo: «Amigos judíos y todos los que se encuentran en Jerusalén, escúchenme, pues tengo algo que enseñarles. (Hecho de los Apóstoles 2, 14)
Al día siguiente, los jefes de los saduceos se reunieron con los ancianos y los maestros de la Ley de Jerusalén. (Hecho de los Apóstoles 4, 5)
«¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Todos los habitantes de Jerusalén saben que han hecho un milagro clarísimo, y nosotros no podemos negarlo. (Hecho de los Apóstoles 4, 16)
Acudían multitudes de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo a sus enfermos y a personas atormentadas por espíritus malos, y todos eran sanados. (Hecho de los Apóstoles 5, 16)
«Les habíamos advertido y prohibido enseñar en nombre de ése. Pero ahora en Jerusalén no se oye más que la predicación de ustedes, y quieren echarnos la culpa por la muerte de ese hombre.» (Hecho de los Apóstoles 5, 28)
La Palabra de Dios se difundía; el número de los discípulos en Jerusalén aumentaba considerablemente, e incluso un buen grupo de sacerdotes había aceptado la fe. (Hecho de los Apóstoles 6, 7)