Talált 254 Eredmények: profeta amós
No se había celebrado Pascua como ésta en Israel desde los días del profeta Samuel y ningún rey de Israel celebró una Pascua como la que celebraron Josías, los sacerdotes y los levitas, todo Judá e Israel, que allí se hallaban presentes, y los habitantes de Jerusalén. (2 Crónicas 35, 18)
Hizo el mal a los ojos de Yavé, su Dios, y no se humilló ante el profeta Jeremías que le hablaba en nombre de Yavé. (2 Crónicas 36, 12)
y los dirigentes de los judíos continuaron reconstruyendo con éxito, según lo dicho por el profeta Ageo, y Zacarías, hijo de Idó; y dieron término a la obra, según la orden del Dios de Israel y los decretos de Ciro y Darío. (Esdras 6, 14)
muy triste, acordándome de las palabras que el profeta Amós dijo contra Betel: «Sus fiestas se convertirán en duelo, y sus canciones en llanto.» (Tobías 2, 6)
Depositaron las piedras de dicho altar en el cerro del Templo, en lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre el caso. (1 Macabeos 4, 46)
También el rey tomó en cuenta el que los judíos y los sacerdotes habían resuelto que Simón fuera su jefe y Sumo Sacerdote hasta la aparición de un profeta digno de fe. (1 Macabeos 14, 41)
Se encuentra en los archivos que el profeta Jeremías mandó a los desterrados que tomaran el fuego, como ya lo dijimos. (2 Macabeos 2, 1)
Se dice también en estos escritos del pasado que el profeta Jeremías, obedeciendo a órdenes del Cielo, se hizo acompañar por el Arca de la Alianza con su toldo y fue al cerro donde Moisés había subido y desde el cual había contemplado la tierra prometida. (2 Macabeos 2, 4)
Entonces el sumo sacerdote Onías había dicho a Judas: «Este es el que ama a sus hermanos, el que ruega sin cesar por el pueblo judío y por la Ciudad Santa. Es Jeremías, el profeta de Dios.» (2 Macabeos 15, 14)
Lo defendió contra la avaricia de sus amos y lo hizo muy rico. (Sabiduría 10, 11)
La sabiduría hizo que lo que ellos emprendían tuviera éxito gracias a un santo profeta. (Sabiduría 11, 1)
Hizo que todo ser animado los temiera, y que fueran amos de las fieras salvajes y de las aves. (Sirácides (Eclesiástico) 17, 4)