Talált 857 Eredmények: muerte de Saúl

  • Si esos hombres mueren de muerte natural y corren la misma suerte que cualquiera, es señal de que Yavé no me envió. (Números 16, 29)

  • Al día siguiente, toda la comunidad de los israelitas se puso a murmurar contra Moisés y Aarón: "¡Ustedes, decían, son los que han dado muerte al pueblo de Yavé!" (Números 17, 6)

  • Serán socios de ustedes en todo el servicio de la Tienda, pero no se aproximarán a los objetos sagrados, ni al altar, pues de lo contrario será la muerte para ellos y ustedes. (Números 18, 3)

  • Balaam le respondió a su burra: ¿Y hasta te burlas de mí? Ojalá hubiera tenido una espada a mano porque te habría dado muerte inmediatamente. (Números 22, 29)

  • La burra me vio y trató de esquivarme tres veces. Si no me hubiera esquivado, te habría dado muerte al instante y a ella la habría dejado con vida". (Números 22, 33)

  • ¿Quién podrá calcular el polvo de Jacob y contar aunque sea una cuarta parte de Israel? ¡Que muera yo con la muerte de los justos y que mi fin sea como él de ellos!" (Números 23, 10)

  • Socar y el clan socarita; Saúl y el clan saulita. (Números 26, 13)

  • Pues Yavé había dado muerte a sus primogénitos, haciendo justicia de sus dioses. (Números 33, 4)

  • Ustedes les darán cuarenta y dos ciudades además de las seis ciudades de asilo, en las que se podrá refugiar el que haya ocasionado la muerte de una persona. (Números 35, 6)

  • elegirán ciudades de las que harán ciudades de refugio. En ellas se refugiará el que dio muerte a una persona sin intención. (Números 35, 11)

  • tanto para los hijos de Israel como para el forastero y para el que está en medio de ustedes, para que todo aquel que haya dado muerte involuntariamente a una persona se pueda refugiar en ellas. (Números 35, 15)

  • El mismo vengador de la sangre dará muerte al asesino en cuanto lo encuentre. (Números 35, 19)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina