Talált 251 Eredmények: lucha de jacó con el ángel

  • La burra vio al ángel de Yavé; pasó a rozar el muro, aplastando el pie de Balaam contra la cerca, y Balaam le pegó de nuevo. (Números 22, 25)

  • El ángel de Yavé se fue a poner más adelante y se paró en un lugar tan estrecho que no se podía esquivarlo ni a derecha ni a izquierda. (Números 22, 26)

  • Cuando la burra vio al ángel de Yavé, se echó con Balaam a cuestas. Balaam furioso, le pegó con su palo. (Números 22, 27)

  • Entonces Yavé abrió los ojos de Balaam: vio al ángel de Yavé de pie en medio del camino, con su espada desenvainada en la mano. Se arrodilló y se postró con su nariz en tierra. (Números 22, 31)

  • El ángel de Yavé le dijo: "¿Por qué le pegaste tres veces a tu burra? Yo vine para impedirte el paso, porque este viaje no me gusta. (Números 22, 32)

  • Balaam le dijo al ángel de Yavé: "A lo mejor pequé, pero no sabía que tú estabas impidiéndome el paso. Si esto no te gusta, me vuelvo a mi casa". (Números 22, 34)

  • El ángel de Yavé le dijo entonces a Balaam: "Anda con esos señores, pero sólo dirás las palabras que yo te trasmita". Balaam siguió pues su camino junto con los jefes enviados por Balac. (Números 22, 35)

  • El Angel de Yavé subió de Guilgal a Boquím, donde estaban reunidos los israelitas y les dijo: «Yo los saqué de Egipto y los traje a la tierra que les había prometido a sus padres. Les había dicho: "No romperé jamás mi alianza con ustedes, (Jueces 2, 1)

  • Cuando terminó de hablar el Angel de Yavé, todos los israelitas comenzaron a llorar a gritos. (Jueces 2, 4)

  • Maldigan a Meroz, dijo el Angel de Yavé, maldigan, maldigan a sus moradores, pues no vinieron en ayuda de Yavé junto a los héroes. (Jueces 5, 23)

  • El Angel de Yavé vino y se sentó bajo el árbol sagrado de Ofrá, que pertenecía a Joás, de la familia de Abiezer. Gedeón, el hijo de Joás, estaba limpiando trigo en el lagar para ocultarlo de los madianitas. (Jueces 6, 11)

  • El Angel de Yavé le dijo: «Yavé está contigo, valiente guerrero.» (Jueces 6, 12)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina