Talált 990 Eredmények: batalla de jerusalén

  • Viendo que tenía un fren te de batalla delante de él y otro detrás, Joab eli gió a lo mejor de Israel para enfrentar a los ara meos, (2 Samuel 10, 9)

  • Cuando los amonitas vieron que los arameos habían huído, retrocedieron ante Abisaí y se encerraron en la ciudad. Enton ces Joab puso fin a la campaña contra los amo nitas y volvió a Jerusalén. (2 Samuel 10, 14)

  • Cuando lo avisaron a David, reunió todo Is rael, pasó el Jordán y llegó a Jelam. Los ara meos presentaron batalla a David y lucharon contra él, pero fueron derrotados por Israel. (2 Samuel 10, 17)

  • Al año siguiente, en el tiempo en que los reyes sa len a campaña, David mandó a Joab con la guardia y todo el ejército. Derro taron a los amonitas y sitiaron la ciudad de Rabbá, mientras que él se quedó en Jerusalén. (2 Samuel 11, 1)

  • David le dijo entonces: «Bueno, quédate aquí por hoy y mañana te despediré.» Así, pues, Urías se quedó aquel día en Jerusalén. (2 Samuel 11, 12)

  • En ella le decía: «Pon a Urías en la parte más peligrosa de la batalla y déjalo solo para que lo maten.» (2 Samuel 11, 15)

  • y ordenó al mensajero: «Cuando hayas terminado de contar al rey cómo fue la batalla, (2 Samuel 11, 19)

  • En cuanto a sus habitantes, los hizo salir de la ciudad, los puso a manejar la sierra, las rastras y las hachas de hierro y los hizo trabajar en la fabricación de ladrillos; lo mismo hizo con todas las ciudades de los amonitas. Y luego Da vid y todo su ejército volvieron a Jerusalén. (2 Samuel 12, 31)

  • Joab se encaminó hacia Guesur e hizo venir a Absalón a Jerusalén. (2 Samuel 14, 23)

  • Absalón permaneció dos años en Jerusalén sin ver al rey. (2 Samuel 14, 28)

  • pues cuando estaba en Guesur, en Aram, hice este voto: Si Yavé me hace volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio en Hebrón.» (2 Samuel 15, 8)

  • Había salido de Jerusalén con doscientos hombres invitados por él, que lo acompañaban sin saber lo que tramaba. (2 Samuel 15, 11)


“Que Maria sempre enfeite sua alma com as flores e o perfume de novas virtudes e coloque a mão materna sobre sua cabeça. Fique sempre e cada vez mais perto de nossa Mãe celeste, pois ela é o mar que deve ser atravessado para se atingir as praias do esplendor eterno no reino do amanhecer.” São Padre Pio de Pietrelcina