31. Y viendo Israel la mano fuerte que Yahveh había desplegado contra los egipcios, temió el pueblo a Yahveh, y creyeron en Yahveh y en Moisés, su siervo.





“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina