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vigilad para que nadie sea privado de la gracia de Dios, para que ninguna raíz amarga vuelva a brotar y os perturbe, lo cual contaminaría la masa; (Hebreos 12, 15)
que nadie sea lujurioso ni desprecie la religión, como Esaú, quien, por una comida, vendió sus derechos de primogénito. (Hebreos 12, 16)
Porque no os habéis acercado a una montaña que se pueda tocar con la mano, como los israelitas. No os habéis enfrentado al fuego ardiente, al torbellino, a la oscuridad densa, a la tempestad, (Hebreos 12, 18)
porque no podían soportar esta prohibición: El que pise la montaña, incluso si es una bestia, será apedreado. (Hebreos 12, 20)
a Jesús, mediador de una alianza nueva, que nos roció con una sangre, que habla más elocuentemente que la de Abel. (Hebreos 12, 24)
Aquel cuya voz conmovió entonces la tierra nos ha hecho ahora esta promesa: Una vez más conmoveré no sólo la tierra, sino también el cielo. (Hebreos 12, 26)
Estas palabras: una vez más, indican que las cosas conmovidas serán cambiadas, porque son cosas creadas, para que subsistan aquellas que son inmutables. (Hebreos 12, 27)
Pero que pida con confianza, sin dudar nada; porque el que duda es semejante a las olas del mar, agitadas por el viento y llevadas de una parte a otra. (Santiago 1, 6)
Después su propio deseo, una vez consentido, engendra el pecado; y el pecado, una vez cometido, produce la muerte. (Santiago 1, 15)
Pero vosotros despreciáis al pobre. ¿No son los ricos los que os oprimen y los que os arrastran a los tribunales? (Santiago 2, 6)
Hablad y obrad como quien debe ser juzgado por una ley de libertad. (Santiago 2, 12)
Si un hermano o una hermana están desnudos y les falta el alimento cotidiano, (Santiago 2, 15)