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Ella entonces replicó: "¡Vive el Señor, tu Dios!, que no tengo una sola torta; sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la orza. Estaba recogiendo esta leña para prepararlo para mí y mi hijo, comérnoslo y luego morir". (I Reyes 17, 12)
Entonces ella dijo a Elías: "¿Qué tengo yo que ver contigo, hombre de Dios? ¿Has entrado en mi casa para recordar mis pecados y dar muerte a mi hijo?". (I Reyes 17, 18)
El rey de Israel contestó de esta manera: "Como lo dices, ¡oh rey, mi señor! tuyo soy y todo lo que tengo". (I Reyes 20, 4)
Eliseo dijo al rey de Israel: "¿Qué tengo que ver yo contigo? Vete a consultar a los profetas de tu padre y a los de tu madre". Pero el rey de Israel repuso: "Es que el Señor nos ha reunido a tres reyes para entregarnos en manos de Moab". (II Reyes 3, 13)
Eliseo le dijo: "¿Qué puedo hacer por ti? Dime: ¿qué tienes en casa?". Ella respondió: "Sólo tengo una orza de aceite". (II Reyes 4, 2)
y llegó cuando los jefes del ejército estaban reunidos en sesión. Dijo: "General, tengo que hablar contigo". Jehú repuso: "¿Con cuál de todos nosotros?". Respondió: "Contigo, general". (II Reyes 9, 5)
Pues bien, convocad ante mí a todos los profetas de Baal, a todos sus sacerdotes y a todos sus adoradores. Que nadie falte, porque tengo que ofrecer un sacrificio solemne a Baal. Todo el que falte morirá". Jehú obraba así con astucia para hacer perecer a todos los adoradores de Baal. (II Reyes 10, 19)
¿No estás enterado? De antiguo lo he preparado, desde tiempos remotos lo tengo decidido; ahora lo llevo a efecto. Así redujiste a montones de escombros las ciudades fortificadas; (II Reyes 19, 25)
y les dijo: "Vosotros sois los jefes de las familias levíticas; purificaos, vosotros y vuestros hermanos, para trasladar el arca del Señor, el Dios de Israel, al lugar que yo le tengo preparado. (I Crónicas 15, 12)
Mándame un hombre experto, que sepa trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la escarlata, el carmesí y el jacinto; que conozca el arte de cincelar, para que dirija a los artífices que tengo conmigo en Judea y Jerusalén, puestos a mi disposición por mi padre David. (II Crónicas 2, 6)
y Necó mandó a decirle: "¿Qué tengo yo que ver contigo, rey de Judá? No es contra ti contra quien voy; es contra otra nación con la que estoy en guerra, y Dios me ha dicho que me dé prisa. No te opongas a Dios, que está conmigo, no sea que te destruya". (II Crónicas 35, 21)
Yo, la verdad, tengo miedo. A ella no le hace nada, porque la quiere; pero sí mata al que intenta acercarse. Soy el hijo único de mi padre y temo que, si muero, lleve a la tumba, de dolor, a mi padre y a mi madre, que no tienen otro hijo que los entierre". (Tobías 6, 15)