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  • Esto no lo dijo por propia iniciativa, sino que, como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús debía morir por la nación; (Juan 11, 51)

  • Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El criado se llamaba Malco. (Juan 18, 10)

  • y lo llevaron primero a Anás, por ser suegro de Caifás. Éste era sumo sacerdote aquel año. (Juan 18, 13)

  • Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y este discípulo, como era conocido del sumo sacerdote, entró con Jesús en el atrio del sumo sacerdote; (Juan 18, 15)

  • pero Pedro se quedó fuera, a la puerta. Salió entonces el otro discípulo, conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y pasó a Pedro. (Juan 18, 16)

  • El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. (Juan 18, 19)

  • Al decir esto Jesús, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciendo: "¿Así respondes al sumo sacerdote?". (Juan 18, 22)

  • Entonces Anás lo mandó atado a Caifás, el sumo sacerdote. (Juan 18, 24)

  • Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel al que Pedro cortó la oreja, replicó: "¿No te vi yo en el huerto con él?". (Juan 18, 26)

  • Estaban Anás, el sumo sacerdote; Caifás, Juan, Alejandro y todos los familiares de los sumos sacerdotes. (Hechos 4, 6)

  • Intervino entonces el sumo sacerdote con todos los de su partido -la secta de los saduceos-. Llenos de furor, (Hechos 5, 17)

  • Obedecieron, entraron de madrugada en el templo y se pusieron a enseñar. Entretanto, el sumo sacerdote y sus partidarios convocaron al tribunal supremo y a todos los dirigentes de Israel, y mandaron a la cárcel a buscar a los apóstoles. (Hechos 5, 21)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina