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  • Os saludan todos los que pertenecen al pueblo de Dios, en especial los de la casa del César. (Filipenses 4, 22)

  • dando gracias al mismo tiempo a Dios, que os ha hecho capaces de participar en la herencia de su pueblo en la gloria, (Colosenses 1, 12)

  • Dios os ama y os ha elegido para que seáis miembros de su pueblo. Por tanto, sed compasivos, bondadosos, humildes, pacientes y comprensivos. (Colosenses 3, 12)

  • hasta el punto de que nos sentimos orgullosos de vosotros en medio del pueblo de Dios por la fortaleza y por la fe con que soportáis los sufrimientos y las persecuciones. (II Tesalonicenses 1, 4)

  • que se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos y hacer de nosotros un pueblo escogido, limpio de todo pecado y dispuesto a hacer siempre el bien. (Tito 2, 14)

  • al oír hablar del amor y de la fe que profesas a Jesús, el Señor, y a todo el pueblo de Dios. (Filemon 1, 5)

  • Por lo cual debió hacerse en todo semejante a sus hermanos, para convertirse en sumo sacerdote misericordioso y fiel ante Dios, para alcanzar el perdón de los pecados del pueblo. (Hebreos 2, 17)

  • Por eso, hermanos, miembros del pueblo de Dios, partícipes de una vocación celeste, considerad al apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos, a Jesús, (Hebreos 3, 1)

  • Existe, pues, un reposo reservado para el pueblo de Dios; (Hebreos 4, 9)

  • por esta razón debe ofrecer sacrificios por sus pecados, así como lo hace por los del pueblo. (Hebreos 5, 3)

  • Aquellos que de la tribu de Leví reciben el sacerdocio tienen el mandato, según la ley, de exigir la décima parte de todo al pueblo, es decir, a sus hermanos, aunque también ellos pertenezcan a la posteridad de Abrahán; (Hebreos 7, 5)

  • Por consiguiente, si la perfección hubiese sido realizada por el sacerdocio levítico -ya que por su medio el pueblo recibió la ley-, ¿qué necesidad habría entonces de que surgiese otro sacerdote a la manera de Melquisedec, y que no lo fuese según el orden de Aarón? (Hebreos 7, 11)


“Para mim, Deus está sempre fixo na minha mente e estampado no meu coração.” São Padre Pio de Pietrelcina