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  • Y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del cordero, diciendo: ¡Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor, Dios todopoderoso!, ¡justos y verdaderos son tus caminos, oh rey de las naciones! (Apocalipsis 15, 3)

  • Ellos han derramado la sangre de los santos y de los profetas, y tú les has dado a beber sangre: se lo merecían. (Apocalipsis 16, 6)

  • La gran ciudad se despedazó en tres partes, y las ciudades de las naciones se hundieron. Y Dios se acordó de Babilonia la grande, para darle el cáliz del vino de su ardiente ira. (Apocalipsis 16, 19)

  • sobre su frente, un nombre escrito -un misterio-: "Babilonia la grande, la madre de las prostitutas y de las monstruosidades de la tierra". (Apocalipsis 17, 5)

  • Y la mujer que has visto es la gran ciudad, que reina sobre los reyes de la tierra". (Apocalipsis 17, 18)

  • porque sus pecados se han acumulado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus crímenes. (Apocalipsis 18, 5)

  • Pagadle con su misma moneda, dadle el doble de lo que ha hecho; en la copa en que ella ha vertido, verted el doble; (Apocalipsis 18, 6)

  • cuanto se ha procurado de gloria y de lujo, dadle de tormento y de duelo. Porque ella dice en su corazón: Estoy sentada como reina, y no soy viuda; no conoceré jamás el duelo, (Apocalipsis 18, 7)

  • permaneciendo a distancia por miedo a sus tormentos, y dirán: ¡Ay, ay de la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte; en un instante ha llegado tu sentencia! (Apocalipsis 18, 10)

  • ¡Ay, ay de la gran ciudad, que estaba vestida de lino, de púrpura y escarlata, adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, (Apocalipsis 18, 16)

  • y gritaron al ver el humo de su incendio: "¿Qué ciudad hubo nunca semejante a la gran ciudad?". (Apocalipsis 18, 18)

  • Y echándose polvo en sus cabezas, gritaban; y llorando y lamentándose, decían: ¡Ay, ay de la gran ciudad, que con su opulencia enriqueció a cuantos tenían naves en el mar, y en un momento ha sido desolada! (Apocalipsis 18, 19)


“A oração é a efusão de nosso coração no de Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina