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No podrás inmolar la pascua en cualquiera de las ciudades que te haya dado el Señor, tu Dios, (Deuteronomio 16, 5)
No ofrecerás como sacrificio al Señor, tu Dios, animal, mayor o menor, que tenga una falta o defecto cualquiera, pues es aborrecible a sus ojos. (Deuteronomio 17, 1)
Si te encuentras en tu ciudad con una causa difícil, de homicidio, peleas, lesiones u otro litigio cualquiera, irás al lugar elegido por el Señor, tu Dios, (Deuteronomio 17, 8)
Un solo testigo no basta para probar la culpabilidad de un hombre en cualquier clase de falta o delito que sea. La sentencia se apoyará en la declaración de dos o tres testigos, cualquiera que sea el delito. (Deuteronomio 19, 15)
Si haces algún préstamo al prójimo, no entres en su casa para elegir la prenda, cualquiera que sea, (Deuteronomio 24, 10)
¡Maldito el que peque con una bestia cualquiera! Y todo el pueblo responderá: ¡Amén! (Deuteronomio 27, 21)
Sansón le contestó: "Si me atasen con siete cuerdas humedecidas, sin dejarlas secar, perdería mi fuerza y sería como otro hombre cualquiera". (Jueces 16, 7)
Él respondió: "Si me atasen fuertemente con sogas nuevas que nunca se hayan usado, perdería mi fuerza y sería como otro hombre cualquiera". (Jueces 16, 11)
Dalila dijo a Sansón: "Te has burlado de mí, me has mentido. Dime cómo habría que atarte". Él respondió: "Si me entretejes las siete trenzas de mi cabeza con hilos y las sujetas con un clavo de tejedor, perdería mi fuerza y sería como otro hombre cualquiera". (Jueces 16, 13)
le dijo la verdad: "No me he cortado nunca el cabello, porque estoy consagrado a Dios desde el vientre de mi madre. Si me lo cortasen, perdería toda mi fuerza y sería como otro hombre cualquiera". (Jueces 16, 17)
Cuando David volvió a su casa para bendecirla, Mical, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: "¡Qué bien ha quedado hoy el rey de Israel desnudándose ante la vista de las criadas de sus servidores, como lo haría un hombre cualquiera!". (II Samuel 6, 20)
Pero los habitantes de todas estas regiones despreciaron el llamamiento de Nabucodonosor, rey de Asiria, y no fueron con él a la guerra, porque no le temían; lo consideraban como un hombre cualquiera. Despidieron a sus emisarios con las manos vacías y llenos de vergüenza. (Judit 1, 11)