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Los malvados que no quisieron conocerte fueron azotados por tu brazo poderoso; perseguidos con extrañas lluvias, con granizadas y aguaceros para los que no había cobijo, y el fuego los devoró. (Sabiduría 16, 16)
La instrucción para el juicioso es joya de oro, brazalete en su brazo derecho. (Eclesiástico 21, 21)
Renueva los prodigios y repite los portentos, glorifica tu mano y tu brazo derecho. (Eclesiástico 36, 5)
Siria a oriente, los filisteos a occidente, que devoran a Israel a boca llena; y con todo no ha amainado su cólera, su brazo aún está extendido. (Isaías 9, 11)
Por eso el Señor no tendrá compasión de sus jóvenes, no se apiadará de sus viudas ni de sus huérfanos; porque todos son malvados y perversos y toda boca habla locuras. Y con todo no ha amainado su cólera; su brazo aún está extendido. (Isaías 9, 16)
Manasés a Efraín, Efraín a Manasés, y ambos a dos se lanzan contra Judá. Pero con todo no ha amainado su cólera, su brazo aún está extendido. (Isaías 9, 20)
No queda más que doblegarse entre los prisioneros o sucumbir con los muertos. Y con todo no ha amainado su cólera, su brazo aún está extendido. (Isaías 10, 4)
El Señor dejará oír su voz majestuosa y manifestará su brazo amenazador, en el ardor de su ira, en la llama de un fuego devorador, en una tempestad de lluvia y de granizo. (Isaías 30, 30)
Aquí el Señor Dios, que viene con potencia; su brazo lo somete todo. Viene con él el precio de su victoria, y sus trofeos le preceden. (Isaías 40, 10)
Como un pastor apacienta su rebaño, en su brazo recoge a los corderos, en su seno los lleva y conduce al reposo a las paridas. (Isaías 40, 11)
¿Por qué, cuando vine, no encontré a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Sería acaso mi brazo demasiado corto para libertar o me faltaría fuerza para salvar? Con una amenaza seco yo el mar, convierto los ríos en desierto; y sus peces, por falta de agua, se amustian y mueren de sed. (Isaías 50, 2)
Haré que llegue de repente mi justicia, mi salvación surgirá como la luz. Mi brazo va a juzgar a los pueblos. En mí esperan las islas, y en mi brazo confían. (Isaías 51, 5)