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  • sino con la sangre de los caídos, con la grasa de los valientes. El arco de Jonatán no se retiraba nunca, ni la espada de Saúl volvía vacía. (II Samuel 1, 22)

  • Que caiga sobre la cabeza de Joab y de toda su familia y que no falte nunca en la casa de Joab quien padezca gonorrea o lepra, hombres que anden con bastón, que caigan bajo la espada o que pasen hambre". (II Samuel 3, 29)

  • que si al que me anunció la muerte de Saúl creyendo que me daba una buena noticia, yo lo agarré y lo maté en Sicelag en lugar de darle una recompensa, (II Samuel 4, 10)

  • Después de esto, murió el rey de los amonitas y le sucedió su hijo Janún. (II Samuel 10, 1)

  • David se dijo: "Yo trataré con benevolencia a Janún, hijo de Najás, como su padre me trató a mí". David le envió una embajada de pésame por la muerte de su padre. Pero cuando los servidores de David llegaron a la tierra de Amón, (II Samuel 10, 2)

  • los jefes amonitas dijeron a Janún: "¿Tú crees que David te envía consoladores con el fin de honrar a tu padre? ¿No los habrá enviado más bien con el fin de explorar, espiar y destruir el país?". (II Samuel 10, 3)

  • Entonces Janún agarró a los siervos de David, les cortó la mitad de la barba y los vestidos por la mitad, a la altura de las nalgas, y los despachó. (II Samuel 10, 4)

  • Por eso, no se apartará nunca de tu casa la espada, por haberme despreciado y haber tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita. (II Samuel 12, 10)

  • Ella dijo: "Que el rey se digne pronunciar el nombre del Señor, su Dios, para que el vengador de sangre no aumente mi desgracia y no maten a mi hijo". Él respondió: "Vive el Señor, que no caerá en tierra ni un pelo de tu hijo". (II Samuel 14, 11)

  • Entonces la mujer dijo: "¿Por qué piensas tú de este modo contra el pueblo de Dios? El rey se hace culpable por las palabras que acaba de pronunciar, si no hace que vuelva el que ha huido de él. (II Samuel 14, 13)

  • y se lo anunció al rey. El rey dijo: "Si viene solo, es que trae buenas noticias". Mientras él iba acercándose, (II Samuel 18, 25)

  • porque he seguido los caminos del Señor y no he sido nunca infiel a Dios. (II Samuel 22, 22)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina