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  • Pero Faraón viendo que tenía este respiro, endureció su corazón, y no les escuchó como había predicho Yahveh. (Exodo 8, 11)

  • Y si la familia fuese demasiado reducida para una res de ganado menor, traerá al vecino más cercano a su casa, según el número de personas y conforme a lo que cada cual pueda comer. (Exodo 12, 4)

  • Dijo Yahveh a Moisés: «Mira: Voy a presentarme a ti en una densa nube para que el pueblo me oiga hablar contigo, y así te dé crédito para siempre.» Y Moisés refirió a Yahveh las palabras del pueblo. (Exodo 19, 9)

  • Moisés respondió a Yahveh: «El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos lo has prohibido, diciendo: Señala un límite alrededor del monte y decláralo sagrado.» (Exodo 19, 23)

  • Si el ladrón, sorprendido al perforar la pared, es herido mortalmente, no habrá venganza de sangre. (Exodo 22, 1)

  • La revestirás de oro puro; por dentro y por fuera la revestirás; y además pondrás en su derredor una moldura de oro. (Exodo 25, 11)

  • La revestirás de oro puro y le pondrás alrededor una moldura de oro. (Exodo 25, 24)

  • Harás también en torno de ella un reborde de una palma de ancho, con una moldura de oro alrededor del mismo. (Exodo 25, 25)

  • Fabricarás para él una rejilla de bronce, en forma de red; y en los cuatro extremos de la red fijarás cuatro anillas de bronce. (Exodo 27, 4)

  • Habrá en su centro una abertura para la cabeza; esta abertura llevará en derredor una orla, tejida como el cuello de una cota, para que no se rompa. (Exodo 28, 32)

  • En todo su ruedo inferior harás granadas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y lino fino torzal; y entre ellas, también alrededor, pondrás campanillas de oro: (Exodo 28, 33)

  • Una vez inmolado, tomarás su sangre y untarás con ella el lóbulo de la oreja derecha de Aarón y el lóbulo de la oreja derecha de sus hijos; el pulgar de su mano derecha y el pulgar de su pie derecho, y derramarás la sangre alrededor del altar. (Exodo 29, 20)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina