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Nuestra Casa santa y gloriosa, en donde te alabaron nuestros padres, ha parado en hoguera de fuego, y todas nuestras cosas más queridas han parado en ruinas. (Isaías 64, 10)
La Vergüenza se comió la laceria de nuestros padres desde nuestra mocedad: sus ovejas y vacas, sus hijos e hijas. (Jeremías 3, 24)
Acostémonos en nuestra vergüenza, y que nos cubra nuestra propia confusión, ya que contra Yahveh nuestro Dios hemos pecado nosotros como nuestros padres desde nuestra mocedad hasta hoy, y no escuchamos la voz de Yahveh nuestro Dios. (Jeremías 3, 25)
Sí, una lamentación se deja oír desde Sión: «¡Ay, que somos saqueados!, ¡qué vergüenza tan grande, que se nos hace dejar nuestra tierra, han derruido nuestros hogares!» (Jeremías 9, 18)
Luego, cuando hayas comunicado a este pueblo todas estas palabras, y te digan: «¿Por qué ha pronunciado Yahveh contra nosotros toda esta gran desgracia? ¿cuál es nuestra culpa, y cuál nuestro pecado que hemos cometido contra Yahveh nuestro Dios?», (Jeremías 16, 10)
«Ea, consulta de nuestra parte a Yahveh, porque el rey de Babilonia, Nabucodonosor, nos ataca. A ver si nos hace Yahveh un milagro de los suyos, y aquél se retira de encima de nosotros.» (Jeremías 21, 2)
En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro. Y este es el nombre con que te llamarán: «Yahveh, justicia nuestra.» (Jeremías 23, 6)
En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: «Yahveh, justicia nuestra.» (Jeremías 33, 16)
y dijeron al profeta Jeremías: «Caiga bien nuestra demanda de favor ante ti, y ruega a tu Dios Yahveh por nosotros, por todo este resto, pues hemos quedados pocos de muchos que éramos, como tus ojos están viendo, (Jeremías 42, 2)
Hizo menudear los tropezones, hasta hacer caer al uno sobre el otro; y decía: «Arriba, y volvamos a nuestro pueblo y a nuestra patria, ante la espada irresistible.» (Jeremías 46, 16)
Yahveh hizo patente nuestra justicia; venid y cantemos en Sión las obras de Yahveh nuestro Dios. (Jeremías 51, 10)
Terror y fosa es nuestra suerte, desolación y ruina. (Lamentaciones 3, 47)