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  • Otra vez invadieron los filisteos el valle, (I Crónicas 14, 13)

  • Y cuando oigas el ruido de pasos en la copa de las balsameras, saldrás a la batalla, porque Dios sale delante de ti para derrotar el campamento de los filisteos.» (I Crónicas 14, 15)

  • Hizo David como le había mandado Dios, y derrotaron al campamento de los filisteos desde Gabaón hasta Guézer. (I Crónicas 14, 16)

  • Después de esto, batió David a los filisteos y los humilló, tomando Gat y sus dependencias de manos de los filisteos. (I Crónicas 18, 1)

  • El rey David los consagró también a Yahveh, con la plata y el oro que había tomado a todas las naciones: a Edom, a Moab, a los ammonitas, a los filisteos y a los amalecitas. (I Crónicas 18, 11)

  • Cuando los vasallos de Hadadézer vieron que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con David y le quedaron sometidos; y los arameos no se atrevieron a seguir ayudando a los ammonitas. (I Crónicas 19, 19)

  • Después de esto, tuvo lugar una batalla en Guézer contra los filisteos; entonces Sibbekay, jusatita, mató a Sippay, uno de los descendientes de Rafá. Los filisteos fueron sometidos. (I Crónicas 20, 4)

  • Hubo otra guerra contra los filisteos, y Eljanán, hijo de Yaír, mató a Lajmí, hermano de Goliat el de Gat, el asta de su lanza era como un enjullo de tejedor. (I Crónicas 20, 5)

  • Dominaba sobre todos los reyes desde el Río hasta el país de los filisteos y hasta la frontera de Egipto. (II Crónicas 9, 26)

  • Los filisteos trajeron a Josafat presentes y plata como tributo. También los árabes le trajeron ganado menor: 7.700 carneros y 7.700 machos cabríos. (II Crónicas 17, 11)

  • Y en el momento en que comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, Yahveh puso emboscadas contra los ammonitas y moabitas y los del monte Seír, que habían venido contra Judá, y fueron derrotados. (II Crónicas 20, 22)

  • Excitó Yahveh contra Joram el espíritu de los filisteos y de los árabes, vecinos de los etíopes, (II Crónicas 21, 16)


“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina