pronađen 197 Rezultati za: diez plagas

  • Tomó diez de los ancianos de la ciudad y dijo: «Sentaos aquí.» Y se sentaron. (Rut 4, 2)

  • Elcaná su marido le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no comes? ¿Por qué estás triste? ¿Es que no soy para ti mejor que diez hijos?» (I Samuel 1, 8)

  • ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de estos dioses poderosos? ¡Estos son los dioses que castigaron a Egipto con toda clase de plagas en el desierto! (I Samuel 4, 8)

  • Jesé dijo a su hijo David: «Lleva a tus hermanos esta medida de trigo tostado y estos diez panes y corre al campamento a donde tus hermanos. (I Samuel 17, 17)

  • Y estos diez requesones llévalos al jefe de millar; entérate de la salud de tus hermanos y toma señal de recibo de ellos. (I Samuel 17, 18)

  • y mandó diez muchachos diciéndoles: «Subid a Carmelo y llegad donde Nabal y le saludáis en mi nombre, (I Samuel 25, 5)

  • Al cabo de unos diez días hirió Yahveh a Nabal y murió. (I Samuel 25, 38)

  • El rey salió con toda su casa, a pie, dejando diez concubinas para guardar la casa. (II Samuel 15, 16)

  • Joab dijo al hombre que le avisaba: «Y viéndole ¿por qué no le has derribado allí mismo en tierra, yo te habría dado diez siclos de plata y un cinturón?» (II Samuel 18, 11)

  • Luego se acercaron diez jóvenes, escuderos de Joab, que hirieron a Absalón y lo remataron. (II Samuel 18, 15)

  • Los hombres de Israel respondieron a los hombres de Judá: «Yo tengo diez partes en el rey y además soy el primogénito. ¿Por qué me has menospreciado? ¿No hablé yo primero para hacer volver a mi rey?» Pero las palabras de los hombres de Judá fueron más ásperas que las de los hombres de Israel. (II Samuel 19, 44)

  • David entró en su casa de Jerusalén; tomó el rey las diez concubinas que había dejado para guardar la casa y las puso bajo custodia. Proveyó a su mantenimiento, pero no se acercó a ellas y estuvieron encerradas hasta el día de su muerte, como viudas de por vida. (II Samuel 20, 3)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina