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  • Fueron, pues, atados estos hombres, con sus zaragüelles, túnicas, gorros y vestidos, y arrojados al horno de fuego ardiente. (Daniel 3, 21)

  • Y los tres hombres, Sadrak, Mesak y Abed Negó, cayeron, atados, en medio del horno de fuego ardiente. (Daniel 3, 23)

  • Y Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así: (Daniel 3, 25)

  • Los siervos del rey que los habían arrojado al horno no cesaban de atizar el fuego con nafta, pez, estopa y sarmientos, (Daniel 3, 46)

  • Pero el ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros, empujó fuera del horno la llama de fuego, (Daniel 3, 49)

  • y les sopló, en medio del horno, como un frescor de brisa y de rocío, de suerte que el fuego nos los tocó siquiera ni les causó dolor ni molestia. (Daniel 3, 50)

  • Fuego y calor, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. (Daniel 3, 66)

  • Entonces el rey Nabucodonosor, estupefacto, se levantó a toda prisa y preguntó a sus consejeros: «¿No hemos echado nosotros al fuego a estos tres hombres atados?» Respondieron ellos: «Indudablemente, oh rey.» (Daniel 3, 91)

  • Dijo el rey: «Pero yo estoy viendo cuatro hombres que se pasean libremente por el fuego sin sufrir daño alguno, y el cuarto tiene el aspecto de un hijo de los dioses.» (Daniel 3, 92)

  • Y Nabucodonosor se acercó a la boca del horno de fuego ardiente y dijo: «Sadrak, Mesak y Abed Negó, servidores del Dios Altísimo, salid y venid aquí.» Entonces Sadrak, Mesak y Abed Negó salieron de en medio del fuego. (Daniel 3, 93)

  • Los sátrapas, prefectos, gobernadores y consejeros del rey se reunieron para ver a estos hombres: el fuego no había tenido ningún poder sobre su cuerpo, los cabellos de su cabeza no estaban chamuscados, sus mantos no se habían alterado, y ni el olor del fuego se les había pegado. (Daniel 3, 94)

  • Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. (Daniel 7, 9)


“Cuide de estar sempre em estado de graça.” São Padre Pio de Pietrelcina