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  • Dijo Yahveh a Samuel: «Voy a ejecutar una cosa tal en Israel, que a todo el que la oiga le zumbarán los oídos. (I Samuel 3, 11)

  • Samuel siguió acostado hasta la mañana y después abrió las puertas de la Casa de Yahveh. Samuel temía contar la visión a Elí, (I Samuel 3, 15)

  • pero Elí le llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío»; él respondió: «Aquí estoy.» (I Samuel 3, 16)

  • Entonces Samuel se lo manifestó todo, sin ocultarle nada; Elí dijo: «El es Yahveh. Que haga lo que bien le parezca.» (I Samuel 3, 18)

  • Samuel crecía, Yahveh estaba con él y no dejó caer en tierra ninguna de sus palabras. (I Samuel 3, 19)

  • Todo Israel, desde Dan hasta Berseba, supo que Samuel estaba acreditado como profeta de Yahveh. (I Samuel 3, 20)

  • Yahveh continuó manifestándose en Silo, porque en Silo se revelaba a Samuel la palabra de Yahveh. (I Samuel 3, 21)

  • Y la palabra de Samuel llegaba a todo Israel. Elí era muy anciano, mientras que sus hijos persistían en su malvada conducta respecto de Yahveh. Ocurrió en aquel tiempo que los filisteos se reunieron para combatir a Israel, y los israelitas salieron a su encuentro para el combate. Acamparon cerca de Eben Haézer, mientras que los filisteos habían acampado en Afeq. (I Samuel 4, 1)

  • Entonces Samuel habló así a toda la casa de Israel: «Si os volvéis a Yahveh con todo vuestro corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extranjeros y las Astartés, fijad vuestro corazón en Yahveh y servidle a él solo y entonces él os librará de la mano de los filisteos.» (I Samuel 7, 3)

  • Samuel dijo: «Congregad a todo Israel en Mispá y yo suplicaré a Yahveh por vosotros.» (I Samuel 7, 5)

  • Se congregaron, pues, en Mispá, sacaron agua, que derramaron ante Yahveh, ayunaron aquel día y dijeron: «Hemos pecado contra Yahveh.» Samuel juzgó a los israelitas en Mispá. (I Samuel 7, 6)

  • y dijeron los israelitas a Samuel: «No dejes de invocar a Yahveh nuestro Dios, para que él nos salve de la mano de los filisteos.» (I Samuel 7, 8)


“Lembre-se de que você tem no Céu não somente um pai, mas também uma Mãe”. São Padre Pio de Pietrelcina