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  • Vinieron, pues, en el año catorce Kedorlaomer y los reyes que estaban por él, y derrotaron a los refaítas en en Asterot Carnáyim, a los zuzíes en Ham, a los emíes en la llanura de Quiryatáyim, (Génesis 14, 5)

  • a Kedorlaomer, rey de Elam, a Tidal, rey de Goyim, a Amrafel, rey de Senaar, y a Aryok, rey de Ellasar: cuatro reyes contra cinco. (Génesis 14, 9)

  • El valle de Siddim estaba lleno de pozos de betún, y como huyesen los reyes de Sodoma y Gomorra, cayeron allí. Los demás huyeron a la montaña. (Génesis 14, 10)

  • A su regreso después de batir a Kedorlaomer y a los reyes que con él estaban, le salió al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Savé (o sea, el valle del Rey). (Génesis 14, 17)

  • Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos, y reyes saldrán de ti. (Génesis 17, 6)

  • Yo la bendeciré, y de ella también te daré un hijo. La bendeciré, y se convertirá en naciones; reyes de pueblos procederán de ella.» (Génesis 17, 16)

  • Díjole Dios: «Yo soy El Sadday. Sé fecundo y multiplícate. Un pueblo, una asamblea de pueblos tomará origen de ti y saldrán reyes de tus entrañas. (Génesis 35, 11)

  • Estos son los reyes que reinaron en Edom, antes de reinar rey alguno de los israelitas. (Génesis 36, 31)

  • Mataron también a los reyes de Madián: Eví, Réquem, Sur, Jur y Rebá, cinco reyes madianitas; y a Balaam, hijo de Beor, lo mataron a filo de espada. (Números 31, 8)

  • Así tomamos entonces, de mano de los dos reyes amorreos, el país de Transjordania, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón (Deuteronomio 3, 8)

  • A Josué también le di entonces la orden siguiente: «Tus propios ojos han visto todo lo que Yahveh vuestro Dios ha hecho con estos dos reyes; lo mismo hará Yahveh con todos los reinos por donde vas a pasar. (Deuteronomio 3, 21)

  • y cuyo país habían conquistado, así como el país de Og, rey de Basán, - los dos reyes amorreos del lado oriental del Jordán, (Deuteronomio 4, 47)


“Amar significa dar aos outros – especialmente a quem precisa e a quem sofre – o que de melhor temos em nós mesmos e de nós mesmos; e de dá-lo sorridentes e felizes, renunciando ao nosso egoísmo, à nossa alegria, ao nosso prazer e ao nosso orgulho”. São Padre Pio de Pietrelcina