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  • Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el heraldo; (I Crónicas 18, 15)

  • David lo supo y envió a Joab con toda la tropa y con los valientes. (I Crónicas 19, 8)

  • Viendo Joab que tenía un frente de combate por delante y otro por detrás escogió los mejores de Israel y los puso en línea contra Aram. (I Crónicas 19, 10)

  • Dijo Joab: «Si los arameos me dominan, ven en mi ayuda; y si los hijos de Ammón te dominan a ti, iré en tu socorro. (I Crónicas 19, 12)

  • Y avanzó Joab con su ejercito para luchar contra los arameos, que huyeron delante de él. (I Crónicas 19, 14)

  • Viendo los ammonitas que los arameos emprendían la fuga, huyeron también ellos ante Abisay, hermano de Joab, y entraron en la ciudad, mientras que Joab volvió a Jerusalén. (I Crónicas 19, 15)

  • A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, llevó Joab el grueso del ejército y asoló el país de los ammonitas; después fue a poner sitio a Rabbá. Mientras, David se quedó en Jerusalén. Entretanto Joab derrotó a Rabbá y la destruyó. (I Crónicas 20, 1)

  • Dijo, pues, David a Joab y a los jefes del ejército: «Id, contad los israelitas desde Berseba hasta Dan, y volved después para que yo sepa su número.» (I Crónicas 21, 2)

  • Respondió Joab: «¡Multiplique Yahveh su pueblo cien veces más de lo que es! ¿Acaso no son, oh rey mi señor, todos ellos siervos de mi señor? ¿Por qué, pues, pide esto mi señor? ¿Por qué acarrear culpa sobre Israel?» (I Crónicas 21, 3)

  • Pero prevaleció la orden del rey sobre Joab, de modo que éste salió y recorrió todo Israel, volviéndose después a Jerusalén. (I Crónicas 21, 4)

  • Joab entregó a David la cifra del censo del pueblo: había en todo Israel 1.100.000 hombres capaces de manejar las armas; había en Judá 470.000 hombres capaces de manejar las armas. (I Crónicas 21, 5)

  • No incluyó en este censo a Leví y Benjamín, porque Joab detestaba la orden del rey. (I Crónicas 21, 6)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina