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Y me dijo Yahveh: «¿Qué estás viendo Jeremías?» Dije: «Higos. Los higos buenos son muy buenos; y los higos malos, muy malos, que no se dejan comer de puro malos.» (Jeremías 24, 3)
Así habla Yahveh, Dios de Israel: Como por estos higos buenos, así me interesaré en favor de los desterrados de Judá que yo eché de este lugar al país de los caldeos. (Jeremías 24, 5)
Pero igual que a los higos malos, que no se pueden comer de malos - sí, así dice Yahveh -, así haré al rey Sedecías, a sus principales y al resto de Jerusalén: a los que quedaren en este país, y a los que están en el país de Egipto. (Jeremías 24, 8)
así dice Yahveh Sebaot: He aquí que yo suelto contra ellos la espada, el hambre y la peste, y los pondré como aquellos higos reventados,, tan malos que no se podían comer. (Jeremías 29, 17)
Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? (Mateo 7, 16)
Y viendo de lejos una higuera con hojas, fue a ver si encontraba algo en ella; acercándose a ella, no encontró más que hojas; es que no era tiempo de higos. (Marcos 11, 13)
Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. (Lucas 6, 44)
¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce. (Santiago 3, 12)
y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera suelta sus higos verdes al ser sacudida por un viento fuerte; (Apocalipsis 6, 13)